Cristina Cifuentes está pasando un especial vía crucis, ahora que está punto de llegar la Semana Santa, desde que las investigaciones de la corrupción en el PP y en el Gobierno de Madrid en la etapa de Aguirre y González comenzaron a salpicarla, gota a gota, hasta que el chaparrón de las
declaraciones de Francisco Granados le ha mojado de lleno