¿ Quiere ZP seguir en La Moncloa? Durante semanas y desde su entorno más próximo, tanto familiar como político, se aseguraba que el cansancio, la desilusión y el desencanto le hacían mirar hacia un posible sucesor, bien de forma inmediata y con votación de investidura en el Congreso, bien de cara a las futuras elecciones generales. Se daban nombres ( no más de tres) y algunos de los nombrados rechazaban de forma tajante la sugerencia mediática. La presidencia europea – tan desastrosa en su conjunto – era el marco en el que se tomarían las decisiones. Falta un mes para su terminación y todo: lo político, lo económico, lo social y hasta lo psicológico se ha unido en un dictamen: no queda tiempo, el presidente ya no puede jugar más con su propio tiempo. Es como si le hubieran colocado cabeza abajo, como si le hubieran dado la vuelta a sus bolsillos ideológicos. Debe decidir en un marco nuevo en el que parece que está más perdido que nunca. A su favor está que el resto de los líderes de los distintos partidos sufren de casi la misma degradación de imagen ante la opinión pública, y que las posibles recetas a aplicar no variarían en nada de las que él ya ha comenzando a poner en marcha.
Entre las decisiones posibles o respuestas a dos simples preguntas: ¿ quiero o no seguir en La Moncloa?, ¿ quiero o no seguir siendo presidente del Gobierno y estoy dispuesto a pelear por ello? Aparecen políticamente tres vías, cada una con nuevos protagonistas:
Primera vía: el presidente dice sí, quiero seguir, logro sacar por los pelos el plan de ajuste de los 15.000 millones de euros, termino la presidencia europea, hago un cambio de Gabinete muy importante, quitando Ministerios, fusionando otros, menos Secretarios de Estado, menos asesores, menos de menos… Saco adelante por imposición la reforma laboral y la reforma de las Cajas de Ahorro, convenzo a la Europa de Sarkozy y Merkel, a los Estados Unidos de Obama y a la China de Hu Jintao de que he aprendido la lección, me baso en los resultados de las elecciones en Cataluña para negociar los apoyos a los Presupuestos Generales del 2011, y a esperar que la coyuntura internacional mejore para presentarme en 2012 como el hombre que sacó al país de la más dura crisis.
Segunda Vía: el presidente dice no, no quiero seguir en el potro del tormento, rotas mis ilusiones y mis deseos históricos. Termino la presidencia europea, obligo a la patronal y a los sindicatos a cerrar la reforma laboral, al igual que hago con el Banco de España y las Cajas de Ahorros, convoco un Congreso extraordinario del PSOE en el que presento al que puede ser mi sucesor – tengo tres nombres en cartera con los que negociar dentro y fuera del partido - hasta el final de la Legislatura ( eso sí, tras asegurarme de que va a pasar el examen de la investidura ) y me despido del poder como un sacrificio personal de cara a los españoles.
Tercera Vía: el presidente dice no y entrega la suerte del Gobierno a las urnas. Veo que no van a salir adelante los Presupuestos del 2011, los mercados financieros cambian y modifican sus posturas en razón de los datos de los datos de los países y de la confianza que inspiran sus gobernantes, todos me dicen que mi etapa ha terminado y tal vez tengan razón, dejar a otro dirigente socialista en mi puesto no es posible, pues no le votarían en el Congreso, sólo cabe el adelanto electoral y cuanto antes, mejor. Me queda el “derecho” de poder sugerir el nombre del candidato o la candidata que encabece las listas del PSOE. O a lo peor, ni eso.
Las respuestas exteriores, del resto de las fuerzas políticas, por un lado, pero también de los llamados agentes sociales, empresarios y sindicatos, serían muy distintas en cada uno de los casos. Como sería distinta la respuesta de la sociedad española en su conjunto y del resto de los países de Europa. Todos ellos, tras la cumbre del fin de semana del 7 al 9 de mayo, en Bruselas, se pusieron manos a la obra para reducir los abultados déficits públicos que soportaban, y colocaron a los despectivamente llamados PIGS en primera línea.
Pensemos que si en España está en juego el poder, el Gobierno, la situación de miles y miles de familias y de empresas, y hasta la suerte del país dentro del concierto mundial; lo que se está jugando la Unión Europea y hasta la economía internacional con nosotros, con España, es la brutal recaída en los peores momentos de la crisis financiera que estallaba en el verano del 2007.
Si Europa y el resto de los grandes países no ha esperado a que termine la presidencia europea para obligar a Rodríguez Zapatero a actuar con la contundencia de las últimas medidas de recorte y con las que deben llegar en los próximos días, es que la situación global es desesperada. Nuestros principales acreedores son franceses y chinos, sus bancos y sus finanzas podrían rozar la quiebra. Y además, un país que ha sido o es la novena o décima potencia mundial, arrastraría al conjunto a una situación mucho peor que la vivida hasta ahora y más grave que la del ya famoso 1929.
Hace unos pocos meses, en el Gobierno y en el PSOE se contaba con la presidencia europea como una de las grandes bazas políticas, hoy esas bazas se han perdido por los desagües de una presidencia que no ha conseguido traer a España a ninguno de los grandes mandatarios y sobre todos a Obama, ha tenido que anular una de las grandes cumbres mediterráneas, ha pasado con más pena que gloria la iberoamericana, y se ha enfrentado a la realidad europea: mandan Sarkozy y Merkel, Van Rompuy quita una parte de la imagen que antes tenía el presidente rotatorio, España ha perdido peso a nivel internacional, y la crisis del euro, sujeto a ataques especulativos por los mismos que utilizaron los bancos de inversión norteamericanos para crear la mayor crisis internacional de los últimos cien años, ha roto cualquier posibilidad de liderazgo, aunque fuera por seis meses.
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