Son muchas las entidades financieras que ante la fuerte caída de beneficios y el incremento de morosidad que están sufriendo, se han visto forzadas a lanzarse al mercado para captar Recursos Propios a largo plazo. Lo están consiguiendo mediante unos activos denominados acciones o participaciones preferentes, es decir, instrumentos financieros que no otorgan derechos políticos al inversor, que ofrecen una retribución fija y variable (condicionada a la obtención de beneficios distribuibles) y cuya duración es perpetua, aunque el emisor (en este caso el banco o caja) suele reservarse el derecho a amortizarlas a partir de los cinco años, previa autorización del supervisor.
Son activos con un alto riesgo, aunque lamentablemente no se esté comunicando así a sus inversores, ya que éstos podrían encontrarse con variaciones fuertes en los precios de estos activos, la no percepción de los cupones prometidos y sobre todo, la retención de este patrimonio durante varios años.
¿Qué efecto más inmediato tendría esto sobre aquellos inversores que ya posean estas acciones o participaciones preferentes? La peor de todas en el corto plazo, la caída de los precios de estos activos.
La razón es que la prima de riesgo (el cupón) que nos paga una entidad viene directamente ligada al nivel de riesgo que tiene la entidad (a mayor riesgo mayor cupón tendrá que pagar a sus inversores por prestarle el dinero). Los inversores que tuviesen acciones o participaciones preferentes antes de esta rebaja de “calidad” están asumiendo más riesgo pagándoles la entidad la misma prima o cupón, con lo que estos activos valdrán menos en el mercado.
Otro aspecto a valorar es, como comentaba antes, la caída de beneficios de las entidades bancarias (un 22% en el primer trimestre), y cuyo futuro se pinta aún muy negro con continuas subidas de paro, de morosidad y de activos que cada día valen menos. El pago de los cupones de estas acciones o participaciones (condicionadas a la obtención de beneficios de las entidades financieras) se hace más que dudable en los próximos años.
Por último, en España existen muchas familias que se han visto muy comprometidas por inversiones muy poco líquidas como son los fondos inmobiliarios y la propia construcción, no considero que sea buena idea seguir fomentando la inversión en activos poco líquidos que terminen por inmovilizar el dinero de las familias españolas por más años.