Que el presidente del Ejecutivo y del Legislativo se inmiscuyan en los asuntos del Judicial, alabando a un juez cuyas presuntas irregularidades deben ser tratadas por el Consejo del Poder Judicial y por el Supremo (sí, me refiero a Garzón), es lógico que tal intromisión produzca una indignación de togas y puñetas. La nota emanada este lunes del CGPJ, al que ya se le adivinaba enfadado con el Gobierno de Zapatero, es una reprimenda en toda regla, dirigida, interpreto, a los señores Zapatero y Bono, que hicieron declaraciones claramente inconvenientes e impertinentes defendiendo a Garzón en su momento de tribulaciones.
Pienso que, independientemente de que nos guste más o menos el señor Garzón y su manera de instruir –algunas veces me he pronunciado al respecto: puede que sea un mal instructor, pero no es un prevaricador, a mi modo de ver--, los señores Zapatero y Bono tendrían que haberse mantenido neutrales ante lo que al ‘juez estrella’ le viene. Que una cosa es lo que usted o yo podamos decir sobre si Garzón merece o no ser apartado de la Audiencia Nacional por los tres asuntos con los que algunos pretenden abrasarlo y otra cosa, muy diferente, es lo que sugieran al respecto nada menos que el jefe del Gobierno y el presidente del Congreso de los Diputados, cuyas palabras causan Estado.
Un país puede tener, y de eso ya sabemos algo, una crisis económica de la que habrá que ir saliendo confío en que con el esfuerzo de todos; puede incluso tener abierta una cierta incertidumbre territorial, cuestión en la que los españoles nos estamos convirtiendo en expertos; pueden funcionar mal algunas instituciones, como el Tribunal Constitucional, y no es que no pase nada, pero podemos sobrellevarlo, al menos un tiempo. Lo que no puede tener una democracia es un conflicto de poderes estallando en la cara del cuerpo social. Y menos simultanearlo con las mentadas crisis económica, institucional y territorial.
Si Montesquieu llega a enterarse, nos borra de la lista del ‘hit parade’ de las democracias. Y ya nada le cuento a usted si incluímos en la nómina de poderes a ese llamado cuarto poder, los medios de comunicación. Entonces, ya, apaga y vámonos.
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