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Estás perdido, chaval

Como tantos otros políticos españoles que sobrepasan la cincuentena, Alfredo Pérez Rubalcaba estudió de chico en los marianistas.

Si de los jesuitas se ha dicho que con frecuencia tienen (o tenían) la virtud (o el defecto) de estar en donde no debían en el momento inapropiado, los marianistas siempre prefirieron guardarse de las grandes causas, aunque en ellas estuvieran, y observar a pies juntillas aquello de “…que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”

De pequeñuelo, Esteban González Pons estudió en los jesuitas.

Un viejo marianista que fue profesor de Rubalcaba decía de él que con seis o siete años ya era tan liante y tan listo como ahora. No tengo referencias de cómo era González Pons cuando jugaba en el patio de su colegio valenciano, pero no es difícil de imaginar a un chaval grande y noblote.

A Rubalcaba le salieron los dientes en la política nacional. González Pons aún no ha cambiado los colmillos de leche. Rubalcaba gusta de jugar al mus en chiringuitos de playas asturianas o cántabras; González pons es más de plácidos atardeceres mediterráneos.

Daba cosita ver en la tele al responsable de comunicación del PP pasando su brazo protector por el hombro del diputado Carlos Floriano cuenta de las escuchas telefónicas, tras la bronca de éste con Rubalcaba, mientras al fondo de la escena el presidente Bono parecía decirle al ministro del interior, hombre Alfredo se te ha ido un poco la mano con el muchacho. El suave doctor en derecho y el químico experto en toda clase de alquimias políticas. El osito amoroso y el áspid esquinado.

No hay color
Enternece ver como se comen los marrones, uno tras otro, González Pons y De Cospedal. No hay más que verles la cara cuando la dan para defender cosas indefendibles (Camps debería regalarles unos trajes o algo por Navidad y Rajoy ponerles un estanco cuando llegue el momento). Lo que sufren los pobres.

A mi juicio, De Cospedal habría hecho mejor papel de haberla dejado en la batalla de Castilla La Mancha; oponerse a uno de los barones de perfil bajo del PSOE como Barreda es algo en lo que podría haberse desenvuelto con soltura. Y no es que en este juego ciertamente frívolo de los personalismos no sea una digna oponente de Leyre Pajín su más o menos homónima del otro lado, al fin y al cabo a las dos les cumple estar todo el santo día con la matraca del discurso orgánico; es sólo que Gürtel se le atraganta a cualquiera.

Pero si el PP busca el cuerpo a cuerpo con Rubalcaba, debería apartar a González Pons o aquél se lo comerá con patatas. No se, para eso podrían recuperar la retranca literocursi de Trillo o hasta la zafiedad de Pujalte que está a años luz del ministro pero es un cachondo. O darle ese papel al mismísimo Fraga; don Manuel diría algo así como “…el ministro del interior es un zrrifurgarrión…y no tengo más que añadir” A ver quien le discute nada si no se le entiende.

Es lo que digo, a González Pons le ordenan: da la tabarra con el tema Sitel y el pobre pone voluntad, pero es que el asunto no hay por donde cogerlo. Ni siquiera se le ocurre algo menos manido para criticar el sistema de escuchas que recurrir a Orwell y a su Gran Hermano (igual se lo ha recomendado el propio Trillo que es el que lee). La gracieta esa de que Sitel es el 1188 de Rubalcaba sí debe ser de su cosecha; o sea, como el teléfono de Gila: a ver que se ponga el enemigo que le voy a espiar un poco.

Si lo que busca el PP, como aseguran sesudos analistas, es la nulidad del caso Gürtel, por ahí van mal. ¿Cómo va ningún juez a deslegitimar el uso del diabólico pero útil aparatejo si el Supremo, o sea Dios, lo ha bendecido un montón de veces? O los estrategas del PP están pallá, o no saben a qué clavo ardiendo agarrarse, o les da lo mismo de qué se trate con tal de ensuciar al adversario político.

Cuando la bancada del PP en las Cortes valencianas aplaudió lo de Camps y la cuneta, daba grima: no porque lo dijera quien políticamente ya lo está –en la cuneta y boca abajo- aunque el morrazo se lo ha dado el solito, sino precisamente porque los padres de la patria le hicieran la ola. Igual pasa en el Congreso de los Diputados: el encargado de soltar el rollo de sobrevenido interés garantista sobre la intimidad y todo eso cumple su cometido y la ilustre clá se arranca por bulerías; a Rajoy, que fue quien compró el juguete para que lo usara Acebes, no se le mueve un músculo.

Pero a lo que iba: Si Messi acude a rematar un corner y le defiende Pepe, seguramente el argentino no se comerá una rosca, pero si el primero encara con la bola en los pies, el brasileño está perdido. Pues igual hubiera pasado si Rubalcaba hubiera jugado al fútbol contra González Pons en el patio del colegio: el cántabro se las hubiera arreglado para que el valenciano metiera gol en su propia puerta.

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