La reciente designación de cinco ministros para encarrilar las próximas elecciones municipales que se celebrarán en mayo de 2027, así como la designación de Teresa Ribera como vicepresidenta de la Comisión Europea, abre la puerta a sospechar que Pedro Sánchez ya está pensando quien puede ser su sucesor/a en las próximas generales si finalmente decide hacerse a un lado tras cumplir dos mandatos.
En principio habría que descartar a la “hooligan” número uno de Sánchez, María Jesús Montero después de que la convenciera de que se inmole frente a Juanma Moreno que se nada lo remedia todo parece indicar que repetiría su última victoria en 2026, la primera gran prueba electoral donde se medirán las fuerzas el PP y el PSOE. Otra cosa es que Montero lograra el milagro y saliera muy fortalecida, cosa que por ahora no parece.
De los otros cuatro ministros, Pilar Alegría que se enfrentará en estos días al número dos de Lambán, Darío Villagrasa, por el control del PSOE-Aragón; Diana Morant (Comunidad Valenciana), Óscar López (Comunidad de Madrid) y Ángel Víctor Torres (Islas Canarias), no parece que puedan entrar en el bombo electoral para suceder al actual presidente del gobierno. Mucho harán si consiguen recuperar las Comunidades perdidas como son la valenciana y la aragonesa.
Queda como opción más prometedora la de Teresa Ribera si en los dos años que quedan puede alimentar su figura política lo suficiente para convertirse en una líder que hasta ahora no lo ha sido en el gobierno de Sánchez. Más bien su trabajo siempre ha estado en la sombra sin que haya sido capaz de convertirse en un personaje popular.
Por ahora, todos los simpatizantes socialistas piensan, con razón, que el único candidato posible sigue siendo Pedro Sánchez y que cualquier relevo en el liderazgo de su partido les conduciría a un nuevo túnel negro como ocurrió tras la dimisión de José Luis Rodríguez Zapatero en 2011 que les obligó a remar contra corriente durante siete años corriendo incluso el peligro de ser arrollados por Podemos.