Será la justicia la que decida la responsablidad penal de Iñigo Errejón tras las denuncias de agresión sexual y violencia machista que se han fórmulado contra él y que le han llevado al abandono de la política. Era, hasta ayer, el chico bueno de aquel sueño universitario que fue Podemos, mientras que Pablo Iglesias, que le ganó en todas las Asambleas y Congresos de la formación, era el malo.
La historia personal de los dos ex-amigos ya no será la misma, pero lo importante es que, el que ha sido portavoz de Sumar, ha dado, con su comportamiento, el últmo golpe de martillo sobre el clavo que le faltaba al ataud político en el que se ha convertido Sumar. Otro problema más y son muchos los que se acumulan, para el presidente del Gobierno y sus deseos de terminar la actual Legislatura dentro de tres años.
La llamada izquierda alternativa, la que aspiraba a desplazar al PSOE del liderazgo global de la izquierda española, está muerta desde hace muchos meses y sus dirigentes pasean su cadáver, de la misma forma que lo hizo el duque de Gandía con el cadáver de Isabel de Portugal, la esposa que fuera de Carlos V, al abrir el ataud y descubrir en mayo de 1539 los estragos que el traslado había causado en el cuerpo de la mujer que, por razones de estado, se había casado con su primo tras aportar, eso sí, que todo el dinero era necesario para las guerras del emperador, 90.000 dobles de oro, una fortuna para la época.
El último que queda en pie de aquella foto de los fundadores de Podemos es Pablo Iglesias, los demás han desaparecido tragados por la voracidad ciega de la política. Errejón inentó sobrevivir creando Más Madrid y luego refugiándose en el Sumar de Yolanda Díaz.
Las denuncias y su propio reconocimiento de actitudes inapropiadas, que están detrás de las referencias a la subjetividad tóxica y al patriarcado de su carta de dimisión, han acabado con su imagen pública y su futuro político e incluso social, pero en su condición de referente políítico han hecho un daño irreparable a la formación en la que militaba, justo en el peor momento de la misma.
Si la vicepresidenta Yolanda Díaz tenía un problema para mantener una estrategia diferente a la del presidente del Gobierno, al igual que le ocurre al resto de ministros que representan a la minoria de la coalicción, ahora ese problema ha pasado a un segundo plano. Y en esa caída de Sumar, el presidente del Gobierno ya tiene otro problema que añadir a los de su mujer, su exministro y demás implicados en los sumarios que está instruyendo el juez Peinado.
La defensa de la acción del Ejecutivo por parte de la titular de Hacienda y vicepresidenta y de los ministros Cuerpo , Bolaños y Marlaska puede que no sea suficiente. Los enemigos y adversarios van a aprovechar cada elemento de desgaste que llegue a sus manos. Y el de Iñigo Errejón es de primera categoría.