La vida del presidente del Gobierno no sería hoy igual sin la presencia y actuación de dos mujeres, que nada tienen en común, que no viven en el mismo país, con pasados culturales y profesionales diferentes, pero que en este final del mes de octubre de 2024 le amargan y le endulzan su vida política y personal a cada minuto. La primera, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid y convertida de hecho, y por derecho, en la mayor enemiga de Pedro Sánchez no va a parar en su batalla hasta que no se celebren nuevas elecciones generales. En ese momento, dentro de unos meses o tres años, habrá perdido o ganado. Habrá conseguido que el Secretario General del PSOE tenga que abandonar la actividad pública, o que sea ella quien lo haga. No hay marcha atrás, ni pactos posibles. Guerra personal con destrucción personal. Así es, pese a que no debería serlo.
La segunda, Kristalina Georgieva, búlgara y Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional, sucesora de la francesa Christine Lagarde, ahora al frente del dubitativo Banco Central Europeo, el encargado de fabricar el dinero que nos a endeudado a todos los habitantes de los 27 países que conforman la Unión. El FMI no es no el BCE, ni el banco de España, ni el Ministerio de Economía, ni ningún otro organismo nacional que examine el estado de las cuentas públicas y la capacidad de crecimiento de nuestro país. Se le presupone imparcial y más bien orientado hacia la derecha capitalista que a la socialdemocracia liberal.
Mientras la presidenta madrileña, al igual que hace el resto de la oposición - e incluso de la “posición” interna que anida en el Consejo de Ministros - lanza cada día proclamás catastrofistas sobre el estado de salud económica de España, alentada por unos autoproclamados apóstoles de la verdad financiera y hasta social de este páis, de Europa y del mundo, que para eso les pagan, va doña Kristalina y su equipo de doctor analistas y futurólogos del FMI y dice que esta España de hoy, la del malvado, incompetente, mentiroso y un largo etcétera, Pedro Sánchez va a crecer este año y el siguiente muy por encima del resto de las economías europeas.
Nuestro 2,9% del PIB estaría porr encima del 2,8% del de Estados Unidos, con Donald Trum o Kamala Harris al frente; y duplicará con holgura el 1,1% de la Francia de Emmanuel Macron, el 1,1% del Reino Unido de Keir Starmer, y el 0,7% de la Italia de Giorgia Meloni. Todos ellos y nosotros muy alejados del 3,6% de la Rusia de Vladimir Putin, del 5,2% de la China de Xi Jianping, y el abrumdor 8,2% de la India de Narendra Modi. Todo este paisaje de cifras económicas y prospectiva de crecimientos brutos encierra una magen muy distorsionada de la realidad: son la imagen macro de los países, no la imagen micro de la sociedad de cada uno de ellos y mucho menos del reparto social de esa teórica riqueza.
Pedro Sánchez y el resto de sus ministros escogerán la dulzura de las cifras del FMI de Georgieva, mientras que Ayuso les estará proporcionando desde el amanecer al anochecer la amargura de sus palabras.