Se avecina un nuevo curso político en el que Pedro Sánchez lo va a tener más difícil para mantenerse en La Moncloa. No solo por la espada de Damocles que Puigdemont le ha colocado sobre su cabeza, sino porque los años no pasan en balde y el presidente ya enfila su segunda legislatura que históricamente ha sido siempre más complicada para los todo los jefes de gobierno españoles.
Lo fue para Suárez, que dimitió poco antes del intento de golpe militar del 23-F. Felipe González fu el único que aguantó mal que bien un tercer mandato para acabar aceptando su salida en 1996 a pesar de haber obtenido 18 diputados más que Aznar, que se puso como meta solo dos legislaturas aunque no pudo evitar que su apoyo a la invasión de Iraq provocara la derrota de su sucesor, Mariano Rajoy, a manos del socialista José Luis Rodríguez Zapatero.
ZP tampoco logró superar en su segunda legislatura los problemas que provocaron la crisis económica del 2008 y dejó que Rubalcaba se autoinmolara en noviembre de 2011 frente a un Mariano Rajoy muy devaluado por sus dos derrotas consecutivas en 2004 y 2008. Aún así y todo consiguió una mayoría absoluta de 186 diputados que se quedaron en 123 en su segunda legislatura por la entrada de dos nuevos partidos Ciudadanos (40) y Podemos (42). Eso obligó a convocar nuevos comicios el 26 de junio de 2016, donde volvió a ganar Rajoy (137) pero para llegar a la mayoría absoluta necesitó la abstención de los diputados del PSOE provocando una grave crisis interna en el partido socialista y la destitución de Sánchez como secretario general.
Fue una victoria pírrica de Rajoy porque el 1 de junio de 20018 una moción de censura de un Sánchez renacido y el apoyo de Podemos y los independentistas catalanes y vascos acabó con la segunda legislatura del líder del PP.
Sánchez, a pesar de todas sus maniobras, no ha logrado superar los 123 escaños en el Congreso en las tres elecciones convocadas y ha empezado en 2023 con una segunda legislatura llena de incidencias y hasta un amago de renuncia con la carta que hizo pública a finales de abril provocada en parte por la “persecución mediática y judicial” –en su opinión- contra su mujer Begoña Gómez, que por cierto no ha cesado un ápice.
La victoria socialista en Cataluña y la entrada de Salvador Illa en la Generalitat le ha dado nuevas fuerzas para seguir intentándolo, pero al mismo tiempo se ha echado un peligroso enemigo, Carles Puigdemont, que con solo 7 escaños en el Congreso pueden hundir sus expectativas legislativas.
No solo Puigdemont, sino que la propia ERC, que tiene previsto elegir nuevos dirigentes en su Congreso, puede cambiar su voto de apoyo a Illa en Cataluña o a Sánchez en Madrid en cualquier momento y por cualquier circunstancia.
A todo ello hay que sumar el propio malestar en el interior del PSOE que hasta ahora no parecía molestar a Sánchez, como los discursos en contra de Felipe González, Alfonso Guerra, y otros históricos. La oposición de barones socialistas como Lambán en Aragón, Bardón en Asturias, o Emiliano García-Page en Castlla La Mancha no han pasado de las palabras y no parece que en el próximo congreso alcen mucho más la vos o pasen a los hechos, pero así y todo el desgaste de Sánchez será mayor que en anteriores reuniones socialistas. Sin contar esa amenaza velada también del ex ministro de Transportes, José Luis Abalos, hoy en el grupo mixto del Congreso, de votar en contra del PSOE muy enfadado por la decisión de su sucesor en la cartera, Oscar Puente, de “ayudar” a los jueces a condenarle por el asunto de las mascarillas.