Tengo un amigo de esos que saben lo que es pisar la tierra, tanto si llueve y se embarra como si deja ver las cicatrices del secano. Capaces de conducir un tractor y arañar los rastrojos que ha dejado la siega. Es un sabio del poder tras haber visto todas las formas posibles de lograrlo, las que se necesitan para mantenerlo o cambiarlo, y las que te aconsejan alejarte cuando el incendio inevitable del tiempo amenaza tu ntegridad. Es un auténtico superviviente de las catástrofes, tal vez porque nunca ha querido robarle protagonismo a los protagonistas y se ha limitado a mirarlos desde las filas del público y ver sus rostros ante los aplausos y las pitadas; y desde detrás del escenario para ver las recciones de ese mismo público tras las obligadas actuaciones y los soliloquos repetidos en cada una de las giras que ha hecho, que son muchas las obras y variado el número de protagonistas. El idioma que empleen no importa. A contemplado sus actuaciones en el multicolor Manhattan, en el más sobrio Trafalgar Square o bajando las escalinatas de la Piazza di Spagna, en esa delirante y asombrosa Italia.
El titulo de este relato es suyo. También el nuevo apodo con el que debería conocerse a Carles Puigdemont.Justo es reconocerle el mérito, que es mucho y breve, que la oratoria sobra cuando se alcanzan los objetivos que se han marcado. Me he limitado a copiar el breve mensaje que me envió nada más preguntarle por el nuevo capítulo que nos esperaba tras la saga/fuga del ex presidente de la Generalitat.
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Respuesta breve y directa, entendible, sin dobleces, propia de la sabiduría que acumularon sus paisanos de ficción durante sus viajes por las tierras de moros y cristianos, de mestizajes secretos, de judios conversos para seguir al frente de las finanzas de rancios títulos y de mozárabes que cultivaban las mismas tierras que les habían quitado a lanzadas. “Hay que leer despacio las aventuras de mis dos “antepasados”, entre los dos, entre la locura y la realidad, se encuentran todas las claves de lo que lleva ocuriendo en Cataluña desde hace trescientos años y lo que ha ocurrido en estos dias”, me dice mientras con una botella de tinto manchego, unos trozos de queso viejo bien curado y un pan de hogaza nos adentramos en la noche de la luna encornada de la que tanto hablarían poetas y dramaturgos. Personalmente prefieron ver a nuestro satélte como una parte de los cuernos que atribuyó a don Friolera el segundo de los mancos de esta, tal vez, larga historia que intenta explicar lo ocurrido en media hora bajo un Arco del Triunfo, que es otro engaño más, otro trapantojo de la historia que sirve de refugio a las mismas ambiciones y los mismos dineros que llevan siglos explotando a los galeotes que redimir quiso el paladín manchego. Don Miguel María del Valle Inclán, gallego y de lenguas barbas, las mismas que caben imaginarse en el paladín manchego tras renunciar a sus correrias al ser vencido por el sobrino cuerdo, Sansón Carrasco, quien tras meditar sus lecturas de Aristóteles se tranformó hasta en tres personajes: El Caballero del Bosque, El Caballero de los Espejos y El Caballero de la Blanca Luna”, de para mandar a su tio a casa tras vencerlo en singular duelo en una playa de Barcelona. ¿ Quién será el caballero de la “Blanca Luna” que desde dentro de la familia independentista venza a Puchi y le envíe a ver transcurrir su vejez en las hermosas costas de Girona?
“Escoge entre casualidad, adivinanza o brujería de meigas - se permite decir el manchego que devora el queso como si fuera lo último de su vida mientras mira mi cara del que espera una respuesta a la no pregunta - pero no crees que don Miguel ya dibujó la España de hoy y a sus protagonistas mientras se peleaba con ese con ese otro paisano mío que era Francisco de Quevedo, otro loco zumbón y malicioso. Hasta hace que el héroe recupere el juicio en Cataluña”.
Mezcla de los ideales que don Miguel de Cervantes, uno de nuestros tres mancos unversales, coloca en los labios del hidalgo labriego de pequeña heredad, desfacedor de entuertos y caballero de adarga y jumento, don Alonso Quijano; y del fiel escudero Sancho, capaz de abandonar todo lo poco que poseen él, Teresa, su mujer y su hija Sanchita para convertirse en el contrapunto de los delirios del mayor amante sin amante que conocieron los tiempos, y hasta aceptar el título de señor de Barataria, la ínsula soñada que sirvió para mofa y escarnio de los mismos duques que encendieron antorchas a los costados de Clavileño para hacer creer al enjuto caballero que volaba para combatir a su odiado Mambruno. Siempre hay que colocar a un malvado frente a la inocencia perdida u olvidada.
¿ Por qué - me dice y sonrie mi amigo tras apurar la copa de Airen, el mejor maridaje para nuestro queso - si desde hace veinte años algunos de los muy cultos historiadores y periodistas catalanes defienden desde ese Institut de Nova Historia que Cervantes, Colón, el Cid Campeador y hasta William Skaspeare eran catalanes, no iban ahora los fanáticos seguidres de un iluminado y poco aguerrido Puchi amenazarnos a todos con su marcial camnar del cangrejo, siempre avanzando hacia atrás”. No me negarán que mi amigo es leído y que su sorna manchega iguala a la retranca utrerana de la que hacía abundante uso don Juan Belmonte. Si al matador de toros, que mereció una portada en The Times, y se ganó a pulso el apodo de Pasmo de Triana, ¿acaso no merece igual o parecido apodo don Carles?. Propone mi contertulio, sobre el mantel de cuadros y ya con el manchego tinto afectando a nustra neuronas que, “a partir de ahora, deberíamos llamarle en todos las intervenciones políticas y en todas las crónicas y artículos periodísticos “el Pasmo de Amer”, en honor a su lugar de nacimiento”. Dicho queda, al igual que quedaron escrits las profecias literarias de don Miguel, nuestro particular Nostradamus.
Pensarán los que han llegado hasta aquí y no han abandonado tras las primeras líneas que aún no ha salido a esta escena teatral el tercer manco. Tienen razón y así nos reímos mi amigo y yo cuando le dije que iba a convertir en relato nuestra conversación. Nos miramos cómplices, nos dimos un abrazo y nos despedimos. A el le eperaba su chofer para llevarle, con cierta urgencia, al aeropuerto de Barajas, a esa zona de vuelos privados desde donde se perdió la pista de los baules de Delcy Rodríguez, la mejor agente secreta que han tenido Hugo Chávez y Nicolas Maduro. Con la familia y el equipaje ya esperándolo le ví que se sentaba tras el conductor y se ponía a llamar por teléfono. Dedicarse al mundo de la inversión financiera y competir en las ásperas y salvajes montañas de miles de millones de los fondos buítres exige sacrificios. Yo, como han comprobado, me he puesto a escribir y prometo que le dedicaré no menos de mil palabras al tercer manco También él se movía como pez en el agua en la Villa y Corte y sirvió con diligencia a la Corona. Al Igual que los dos anteriores, el brazo perdido era el izquierdo.