El huido expresidente, si de verdad regresa, será detenido, pero no pasará mucho tiempo en prisión merced a la amnistía y a los indultos pactados entre Pedro Sánchez y el dúo Aragonés/Junqueras. Vuelve a jugar con ventaja, pero ya sin ese aparente apoyo mayoritario que tenía el Procés. El independentismo radical ha perdido fuerza y seguirá bajando si el nuevo gobierno de la Generalitat acierta en su política económica y territorial. Puigdemont soñaba con emular o imitar a Josep Tarradellas y su famoso “ja soc aquí” y con enorme rapidez pasará a ser una anécdota más en la historia de Cataluña.
Salvador Illa no lo tendrá fácil para gobernar. Son muchos e importantes los pactos que tiene que cumplir, siempre de acuerdo con el Gobierno central de Sánchez y, sobre todo, con su ministra de Hacienda. También con el titular de Exteriores para satisfacer los deseos internacionales de ERC y la presencia de Cataluña en los foros mundiales. Un equilibrio que permitirá mantener la actual Legislatura estatal hasta 2027 u obligar a los socialistas a adelantar la cita con las urnas.
Es en el seno de ese socialismo donde Illa encontrará a sus principales adversarios. Serán los actuales presidentes autonómicos, desde Emiliano García-Page a Adrián Barbón, junto al resto de los dirigentes territoriales del PSOE, los que se sumarán a las protestas de Núñez Feijóo y Santiago Abascal por lo que consideran cesiones económicas y fiscales a Cataluña para que Pedro Sánchez pueda continuar en La Moncloa. Destinos paralelos los de ambos líderes: se salvan o se hunden al mismo tiempo. La vieja sentencia de que los adversarios están fuera y los enemigos dentro se cumple de nuevo.
No le resultará fácil el camino al que fuera ministro de Sanidad durante la pandemia. Aquella era sanitaria y el virus que la causó aún guarda muchos secretos. Illa va a afrontar la “pandemia fiscal” que amenaza con extenderse a enorme velocidad por toda España. El epicentro será de nuevo la Comunidad de Madrid, la que más aporta a las finanzas del Estado junto con la propia Cataluña. Sería una buenísima noticia que ambas Comunidades caminaran en la misma dirección y sirvieran de ejemplo al resto, sobre todo a Euskadi y Andalucía, pero hoy por hoy es un imposible.
