Aparece en la Biblia y ahí sigue con plena vigencia unos milenios más tarde. “Los caminos de Dios son inescrutables”, imposibles de comprender para el ser humano. Entonces al igual que ahora el poder, el poder político, el poder del que se arrogan los dirigentes sin que intervengan los pueblos que les han elegido o a los que se han impuesto por la fuerzas, es siempre inescrutable. Nada que ver con “irreversible “, que es el término que ha empleado la OTAN tras su cumbre en Washington para referirse a la futura entrada de Ucrania en la organización, al mismo tiempo que aumentaba la inversión en las ayudas militares al gobierno de Zelensky. Más armas y más modernas para enfrentarse a Rusia y sus aliados, con China, Iran y Corea del Norte a la cabeza.
La historia, la grande y la pequeña, de los actos humanos ya ha demostrado que los actos, declaraciones e intenciones de los que ejercen el poder muchas veces son “inescrutables”, que están fuera de la comprensión por parte de los ciudadanos a los que aseguran representar pero a los que no se les consulta sobre aquellos temas que, de verdad, pueden cambiar sus vidas. Cuando hablan y escriben la palabra “irreversible” quieren decir que esa acción o proyecto lo es en ese periodo de tiempo y que durará lo que dure la situación o lo que duren los que lo han afirmado.
El presidente norteamericano - que puede dejar de serlo dentro de cuatro meses - junto al resto de los 31 dirigentes de otros tantos países que forman hoy la Organización del Atlántico Norte (debería cambiarse de nombre por simple coherencia) han prometido a la Ucrania en ruinas de Zelensky que, en cuanto termine la guerra, se convertirá en un miembro más de la OTAN, algo que tendrá que discutirse y aprobarse en ese más cercano o lejano futuro. Siempre después de la guerra y siempre que lo “inescrutable” sea comprendido y aceptado por sus integrantes. No ponen fecha fija al fin del conflicto, por ser imposible, ya que las alternativas que se presentan no son muchas pero cada una de ellas decisiva para que pueda cumplirse la “irreversibilidad” del acuerdo hecho público en la capital norteamericana.
Si Rusia es derrotada, lo que llevaría a que admitiese el gobierno de Putin su retirada del Donest y de Crimea, las dos palabras: irreversible e inescrutable se unirían para el inmediato futuro. Si no hay derrota y sí acuerdo de paz negociada, una parte de Ucrania, el Donest y Crimea ya serían rusas y así aceptadas por la comunidad internacional y podría convertirse lo irreversible en eso, en irreversible pero en un país mucho más pequeño de lo que era hasta 2022 con la invasión rusa. En la opción más probable para los próximos meses, de que ni se alcance la Paz, ni se derrote desde la OTAN a Rusia, lo que puede ocurrir es una extensión del conflicto a otras áreas del mundo y hasta una destrucción controlada del planeta por el uso de armas atómicas. Lo “irreversible” sería el futuro de todos, un volver a empezar que tanto en el ayer bíblico como en en hoy bélico nos deja a los ciudadanos bajo el peso de las decisiones “inescrutables” que toman aquellos que son elegidos para cumplir con lo que aparece en sus programas pero que terminan haciendo aquello que nunca dijeron y menos explicaron que harían.