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El “síndrome Ayuso” que padece Feijóo y utilizan con éxito Sánchez y Abascal
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El “síndrome Ayuso” que padece Feijóo y utilizan con éxito Sánchez y Abascal

domingo 23 de junio de 2024, 18:02h
Existe, se ve y se comprueba en las reacciones que tienen el Gobierno y la gran mayoría de dirigentes del PSOE. El “síndrome Ayuso” les afecta al sistema nervioso. Todo lo que hace y dice la presidenta de la Comunidad de Madrid consigue una respuesta inmediata, ya sea por parte de la vicepresidenta primera, la portavoz ministeriial o por esa máquina creadora de imágenes colectivas que es el ministro de Transportes. Isabel Díaz Ayuso es un fenómeno político que sólo se explica por el tiempo de deconstrucción de la Democracia en la que vivimos y las nuevas formas de comunicación que existen entre las nuevas generaciones de votantes. Es la más transversal de todos los dirigentes. Incluso cuando se equivoca, que no son pocas las veces, no recibe ningún castigo por parte de los votantes. Su actual mayoría absoluta lo confirma. Habilidad, atrevimiento, insolencia, agresividad. Todo encaje en el puzzle que se ha construido.
Estaba llamada a perder en las elecciones municipales y autonómicas del año 2019 frente al candidato socialista Angel Gabilondo y perdió por siete escaños, dieciocho menos de los que había obtenido cuatro años antes su compañera Cristina Cifuentes. Aparecía como víctima necesaria, colocada por el entonces presidente del PP, Pablo Casado, antes de proceder a la renovación total del partido. Lo mismo que pensaron desde la sede central de Génova que ocurriría con el Ayuntamiento de la capital y de la Junta de Andalucía. Ni Casado, ni su alter ego, Teodoro García Egea, pensaron que sus candidatos se iban a encontrar con dos regalos inesperados que les llevaron al poder: Ciudadanos, con Ignacio Aguado y Vox con Rocio Monasterio. Lo mismo que le ocurrió a Alberto Núñez Feijóo en julio de 2023, les ocurrió a Gabilondo y Manuela Carmena en mayo de cuatro años antes.
La autodestrucción interna del Partido Popular que ocurre entre el 2015 y el 2019, con el epicentro en la huída de Mariano Rajoy del Hemiciclo del Congreso cuando comprobó que la moción de censura presentada por el PSOE de Pedro Sánchez iba a ganar con el apoyo externo de otros sesenta diputados, en una extraña mezcla de derechas independentistas conservadoras y de izquierdas radicales de origen marxista, y la posterior lucha a muerte entre las dos herederas del dimitido presidente del partido, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores Cospedal, abrieron la puerta a un cambio total en la derecha español. Allí, en el símbolo de un bolso ocupando el escaño reservado al presidente del Gobierno de España, se encuentra la reciente historia del partido que durante 40 años se ha alternado con el PSOE en la gobernabilidad de la Monarquía española, otro de los símbolos de nuestra Democracia que también parecía capaz de la misma autodestrucción. Tras diez años de sentarse en el trono Felipe VI ha evitado la última. Con grandes sustos y mucha resistencia.
Es en ese espacio temporal, político y social en el que se gesta el fenómeno Ayuso, la joven que entró en las Nuevas Generaciones del PP cuando Pablo Casado era su jefe, cuando el consejero de Justicia e Interior del Gobierno madrileño, Alfredo Prada, la ficha para su equipo, cuando el magistrado en excedencia Enrique López le hizo vicepresidenta de Presidencia y Justicia, cuando llega al Parlamento sustituyendo a Engracia Hidalgo, cuando Esperanza Aguirre la coloca a su lado y apuesta por su “enseñanza liberal” al lado de Aurelio García de Sola, el más liberal y divertido de todos los liberales que han crecido mano a mano con Pedro Perez y la siempre alargada sombre de Joaquin y Antonio Garrigues. La periodista que se afilió al PP con 27 años comprendió, paso a paso, que en política la mudanza de piel era lo más importante para sobrevivir y vencer.
Cambio de piel, que es una de las características más acusadas del liberalismo del siglo XXI, contagiado por la acracia que inundó los despachos de los grandes ejecutivos financieros, sumada al desarrollo paulatino de unas escamas tan duras como las de los cocodrilos y unas fauces tan mortíferas como las de esos gigantescos saurios que aparecieron sobre la faz de la Tierra hace más de cincuenta millones de años. Ayuso es el más elaborado de los “productos” políticos que se han exportado desde los grandes y poderosos despachos de Nueva York y Washington. Al igual que Giorgia Meloni, mejor que Marine Le Pen, más sofisticada que Javier Milei. Tan audaz en sus propuestas como cualquiera de ellos; con la misma violencia dialéctica que ellos. Administradora de sus interesados silencios y de sus misiles dialécticos.
Por si le faltaba munición para sus baterías buscó y encontró en Miguel Ángel Rodríguez, convertido en su Jefe de Gabinete, al mejor proveedor de adjetivos que pudiera encontrar. Dos versos sueltos que han logrado que el “síndrome Ayuso” le quite el sueño a Núñez Feijóo, que desconcierte tanto a Pedro Sánchez como a Mónica Garcia y sus “delegados” en Madrid, que detenga el crecimiento de Vox en su territorio y que pueda presumir y presuma de haber mandado a Pablo Iglesias a la taberna Garibaldi, a Albert Rivera e Inés Arrimadas a los despachos mercantiles y que, a nivel internacional, sea el referente de futuro de la derecha española dispuesta a trabajar codo con codo con Donald Trump si, como todo indica, el ex presidnete USA volverá a sentarse en el Despacho Oval de La Casa Blanca.