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El egoísmo político hace que todo suene a viejo en Cataluña
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El egoísmo político hace que todo suene a viejo en Cataluña

miércoles 19 de junio de 2024, 11:11h
Todo suena a viejo en Cataluña y le importa muy poco a los millones de españoles que no viven en esa Autonomía. Suenan a viejo los discursos de los líderes de los partidos independentistas, suenan a viejo las claras intenciones de culpar a los rivales de los fallos de cada uno, suenan a viejo las peticiones de más dinero, más atribuciones, más derechos, más ventajas para Cataluña en base a una historia que, aseguran sus dirigentes nacionalistas desde Junts a la Cup, que hunde sus raíces en Wilfredo el Belloso, allá por finales del siglo VIII. A Cataluña, en estos últimos años democráticos se le ha permitido seguir jugando con ventaja respecto al resto de España, incluido el País Vasco y Navarra. Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, máximos exponentes del desacertado hoy al que se enfrenta ese territorio, han trasladado sus problemas personales a sus partidos y quieren resolverlos a costa de convertirlos en los problemas de todos. Egoísmo disfrazado de historia.

Los catorce dirigentes políticos de las catorce autonomías que no son ni Cataluña, ni Euskadi, ni Navarra tienen toda la razón hoy, al igual que ayer, en exigir que no hay diferencias entre los casi 48 millones de españoles. Las llamadas razones históricas no son sino formas de egoísmo que no resisten el más pequeño de los análisis históricos. Intentar mirar en los últimos quinientos años durante los que se han formado las características de nuestro país es tan burdo e ilógico como oponerse a las vacunas, a la inteligencia artificial o a los cambiantes equilibrios entre los estados en ese mismo periodo. Nada tienen que ver ni la Europa del siglo XV con la Europa de hoy; ni la América del Norte y del Sur antes de la llegada de los hambrientos y necesitados “descubridores” españoles, portugueses, ingleses, franceses y holandeses.

El siglo XXI se basa en otros principios para organizar su futuro. Intentar defender posiciones colocando a Fernando de Aragón al mismo nivel que a Felipe VI, o a Hernán Cortés o Francisco Pizarro al mismo nivel que tienen hoy los “descubridores” Elon Musk o Bill Gates, suena a ridículo. Respetar a Cataluña es respetar a Murcia o a Extremadura. No hay razones que expliquen las diferencias legales, financieras y económicas entre Euskadi y Castilla La Mancha salvo las que aparecen en las avaricias de los poderosos. Por todo ello observar como de nuevo las luchas internas del nacionalismo catalán, ya sean tan conservadores como los que representa la Junts de Puigdemont, o tan de la izquierda católica y sentimental que está dentro de la ERC de Junqueras, mueve a que desde los gobiernos de las otras regiones se planten y se nieguen a seguir premiando el evidente chantaje que llevan haciendo desde que España regresó a la democracia y desde que Adolfo Suárez se convirtió en el presidente del Gobierno de la Monarquía.

Ninguno de los actuales dirigentes políticos en esta España de 2024 es tan ignorante como para no conocer los mecanismos de las desigualdades y la forma de combatirlas y hasta anularlas. Lo saben pero al igual que sus antecesores no quieren ponerlas en marcha. Siempre encuentran una excusa, un oportuno enfrentamiento con el rival electoral, un prolongado intento de sacar ventaja sobre el más débil. Así seguimos y vamos a seguir. Siempre con Cataluña en el centro de los conflictos, siempre bajo el chantaje político de sus dirigentes. Es tan histórico y comprobable como las respuestas que se han ido dando desde el centro de poder del Estado. Lo hicieron nuestros gobernantes ya en el siglo XVI, cuando apenas balbucía la España que estaban construyendo los llamados Reyes Católicos y lo siguen haciendo los de hoy. Lástima que no se pongan de acuerdo para que de una vez por todas se corte ese proceso de degradación de la convivencia, de esa presión que se les permite a unos pocos miles sobre los 48 millones de habitantes de una España que, además, ya no es la que cantaban los poetas como Miguel Hernández para resaltar las diferencias enriquecedoras entre los españoles de las hoy 17 autonomías. Hoy ya somos una España con tantas diferencias de origen, lengua y cultura como las que existen en el mundo globalizado en el que vivimos. Ese que siempre dice que quiere la igualdad.