Badenes rompecoches
He comenzado en Twitter una campaña con la ingenua pretensión de que los alcaldes de los distintos pueblos de España pongan un poco de sentido común al vacío normativo que existe sobre los jodidos badenes que destrozan las ruedas y los bajos de nuestros coches.
Poco a poco cada vez hay más víctimas de este atropello urbanístico (porque los badenes son verdaderas construcciones inexpugnables) que se suman a mi protesta y espero que sean muchos más los que eleven su voz contra la desproporción de las medidas y la dureza del material empleado en estos ralentizadores de velocidad en las zonas urbanas.
El alcalde de Boadilla, Antonio González Terol, que es un hombre con buen talante, me respondió en un tweet que “la norma del ministerio que regula cómo deben ser los badenes sólo se aplica a la red de carreteras del Estado” y se quedó en su paz porque por lo visto, como los municipios no están obligados a aplicar esa norma los usuarios de coches que transiten por sus territorios deben aguantarse y a continuación visitar el taller más cercano para reparar los destrozos ocasionados por unos badenes pensados para frenar a tanques en vez de a vehículos utilitarios.
Lo peor de todo esto es la insensibilidad de los munícipes ante una cuestión de puro sentido común. Si de lo que se trata es de conseguir que los insensatos reduzcan la velocidad en las zonas urbanas existen otros badenes que consiguen el mismo efecto sin destrozar los coches.
Sé que la anécdota que voy a contar a más de uno le va a parecer no significativa, pero hace poco tuve en mi casa a una mujer alemana que, cada vez que recorríamos en mi coche alguna calle de Majadahonda se hacia cruces y juraba en germánico al comprobar la carrera de obstáculos en que se ha convertido el pueblo en el que habito.