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La 'imparable' diplomacia española...

21/09/2011.- Antaño, cuando era corresponsal diplomático de un periódico, me ocupaba casi con frenesí de un tema que me apasionaba, la política exterior. Luego, he seguido, quizá más de lejos, los avatares diplomáticos españoles y, contra la opinión generalizada, pienso que hemos tenido unos buenos ministros, desde Fernández Ordóñez a Moratinos, ambos tan denostados, y tan injustamente, en su momento. Pasando, claro, por Joseph Piqué y tantos otros.
Siento decirlo, pero creo que esa línea de relevancia e influencia se rompe algo con el nombramiento de Trinidad Jiménez como responsable de la agenda diplomática. No hay más que ver el programa de la ministra española en las Naciones Unidas, donde ahora, con motivo de la plenaria de la Asamblea General se reúnen los líderes del mundo mundial, para comprobar el escaso peso que se nos concede. Lamento mucho que Zapatero, que no se ha perdido una, aunque su brillo internacional no haya sido excesivo, no haya acudido este año al cónclave internacional; tal vez temía quedar relegado ante algunos colegas, acaso pensó que debía permanecer en España precisamente cuando el Parlamento se enfrenta a su última semana antes de disolverse para dar paso al cómputo de los tiempos electorales.

Yo creo que la política exterior ha sido la gran olvidada en los últimos meses. Como si a quien de verdad lleva este peso, que no es otro que el propio presidente del Gobierno (el ministro de turno lo es casi por delegación) el tema, una vez resuelto el contencioso con los Estados Unidos, le pareciese secundario. O, en el caso de la Unión Europea, que tanto manda en los asuntos económicos internos, enojoso. O, en el caso de América Latina, fastidioso.

Pienso que, ocupe quien ocupe el sillón principal en La Moncloa desde el mes de diciembre -hasta entonces habremos de acostumbrarnos a una incómoda, infecunda, interinidad--, habrá de invertir prioridades, y conceder a la política exterior la relevancia que merece, para lo cual lo primero que habrá que hacer será designar un jefe de la diplomacia que sea reconocido como un primera serie por sus colegas. Lo segundo, claro está, que el nuevo jefe del Gobierno coloque los contactos exteriores como la prioridad número uno, cosa que ni Rubalcaba ni Rajoy han hecho hasta el momento, que se sepa.