jueves 02 de octubre de 2014, 12:47h

El alcalde Castro

Por Raúl Heras

Veinticuatro horas antes de que se consumara su salida de la alcaldía de Getafe llamé por teléfono a Pedro Castro. Su voz ya no reflejaba el cansancio, la desilusión y ese punto de tragedia que desprendía días atrás cuando los resultados electorales del 22-M le dejaban más fuera que dentro del que era su despacho desde hacía 28 años. Era la llamada de un amigo ( lo era, lo soy y espero que sigamos así durante mucho tiempo ) que se interesaba por su estado de ánimo al tiempo que, como periodista, le preguntaba por las escasísimas posibilidades de mantenerse en el poder si los dos concejales de UPyD votaban a su favor, o si lo hacía por lo menos uno de ellos, algo que parecía muy difícil pero no imposible al analizar el origen político de ambos y los movimientos que se habían producido en torno al club de fútbol que preside Angel Torres, el secretario general del PP madrileño y el cabeza de lista local del partido que dirige Rosa Díez.

No lo dudó ni un momento: -- Hasta el final todo es posible y ya veremos... yo voy a seguir. -- ¿ Es que crees que puede haber algún cambio a lo largo de la Legislatura ? -- No se, en política pasan muchas cosas en muy poco tiempo y en las circunstancias que vivimos aún más. -- De lo que no cabe duda, Pedro, es que para tirarte sobre la lona hay que noquearte varias veces. Le hizo gracia el símil boxístico, nos despedimos y no hemos vuelto a hablar, ya con la Corporación municipal formada, con Juan Soler recogiendo la vara de alcalde gracias a la abstención de UPyD y con Esperanza Aguirre festejando con elegancia la victoria municipal más importante de la Comunidad de Madrid. Se abre una nueva etapa en Getafe que puede y debe representar un impulso de futuro, de regeneración, de cambio basado en un alcalde que llega sin equipaje - por emplear parte de los versos de Antonio Machado - y que puede dejar a un lado las servidumbres y los intereses creados desde que arrancó la democracia.

Tiempo habrá para analizar, glosar, criticar o alabar la labor de Juan Soler, un político con experiencia parlamentaria, de la total confianza de la presidenta regional, que tenía la papeleta más difícil a la hora de competir en las urnas ya que enfrente tenía a un alcalde y presidente de la Federación Española de Municipios que, hasta ahora, se había mostrado rocoso ante varios competidores y ante los ataques y amenazas de todo que le han llegado desde que sucediera a Jesús Prieto al frente de la alcaldía.

Me he sentado un par de veces con Juan Soler para hablar del futuro: en la primera era el candidato de un partido que hasta ahora siempre había perdido en el pueblo en el que nací, en el que estudié el antiguo bachillerato con los Escolapios del padre Burriel ( del que recuerdo con cariño sus reproches por mi rebeldía mientras paseábamos por los largos pasillos del colegio hablando de Teyllard de Chardin y el encaje que había entre los textos bíblicos y la teoría de la evolución de Darwin ) hasta el paso a la Universidad, y en el que está una parte muy importante de mis raíces y las de mi familia. Le pedí que escribiera las diez cosas malas que veía en Getafe y las diez cosas buenas que pensaba hacer si ganaba y gobernaba, dos cosas que tenían que suceder de forma consecutiva. Estaba convencido de la victoria y su única duda estaba en si conseguía o no la mayoría absoluta dado que partía, como casi todos, de la premisa de que tras las urnas aparecería el tantas veces mencionado pacto de gobierno entre el PSOE e IU. El partido de Rosa Díez no entraba en las quinielas. Nuestra segunda conversación tuvo lugar en la terraza de un pequeño hotel muy cercano a la sede central del PP en Madrid ya con su triunfo en el bolsillo y con la certeza de que le bastaba con la abstención de los dos concejales de UPyD para sustituir a Pedro Castro. Espero, deseo y estoy seguro de que cumplirá con las ideas que me expuso, con todo lo que hablamos y con el compromiso que contraía con un pueblo que ya era el suyo.

Todo eso forma parte del futuro y los iremos viendo durante los próximos cuatro años. Hoy quiero y me toca hablar del pasado, de ese pasado que arranca con las primeras elecciones municipales de la democracia y que ha llegado hasta el 22 de mayo del 2011. En ese periodo la figura de Pedro Castro ha sido fundamental para Getafe, tanto para lo bueno, que ha sido mucho, como para lo malo, que también merece señalarlo.

El alcalde Castro ha sido un gran alcalde. Con él y por supuesto con los ciudadanos como protagonistas plurales de la historia, Getafe ha pasado de ser un pueblo industrial, fabril y agrícola a una ciudad universitaria, con una apuesta decidida por la innovación y el desarrollo, y con una clara vocación de liderazgo. Castro siempre ha ido más lejos con la imaginación que con la realidad de los numerosos problemas que ha ido resolviendo de la manera que mejor podía. Su vocación de alcalde le ha llevado a patearse las calles desde la madrugada al anochecer, a batallar por una buena Universidad y conseguirla con la complicidad de Gregorio Peces Barba, a pelear por varios centros de la Politécnica y conseguirlos con la colaboración crítica pero leal de Aurelio García de Sola y Alicia Hinojosa desde el extinto IMADE, a soñar con un equipo de fútbol en Primera División y tenerlo a través de la eficaz gestión de Angel Torres, a tener un teatro como el García Lorca, a mantener una más que aceptable protección de los menos favorecidos, de la llamada Tercera Edad...a Getafe, hoy, no lo reconoce ni la madre que le parió ( por emplear la vieja frase de Alfonso Guerra referida a España ). Esos son parte de sus méritos.

En el otro lado, en el "lado oscuro" está un urbanismo más que manifiestamente mejorable, una excesiva burocratización partidista de la gestión de la Administración municipal y sus empresas públicas, un instinto de supervivencia en el cargo que le llevaba a ir "matando" de forma inapelable a todos los que aparecían como sus segundos, desde Francisco Hita a Sara Hernández pasando por Santos Vázquez y David Lucas, unas relaciones con empresarios de Getafe y sobre todo con promotores inmobiliarios que le condicionaban decisiones no siempre buenas para las mejoras que el pueblo necesitaba y que son perceptibles en otras zonas de la Comunidad de Madrid. Getafe, como todos los grandes pueblos de la zona Sur que alumbraron la democracia como enormes ciudades dormitorios con escasos servicios y una fuerte emigración, ha sido difícil de gestionar, de racionalizar, de buscar su perfil en una nueva situación económica, política y social. El resultado es aceptable y la herencia que deja Pedro Castro debe ser tomada por su sucesor con la vista puesta en todo lo bueno y para desterrar la parte más pequeña y mala. Juan Soler está capacitado para lograrlo pues parte con una enorme ventaja: llega sin compromisos, sin ataduras, sin pasado al que rendirle cuentas o al que tener presente a la hora de las decisiones. Deseo que llegue sin pactos que adulteren el sentir que han reflejado los ciudadanos y que libere al Ayuntamiento de las cargas internas y externas que le han ido lastrando poco a poco por el simple paso del tiempo.

Hay quienes, sin tardanza, ya han empezado a hacer leña del árbol caído. Son los aduladores del poder, los que esperan que sus halagos sean remunerados de una u otra forma, los que no sienten vergüenza, ni remordimiento cuando tras las flores empuñan la daga, siempre al servicio del poder, que creen es suyo. Uno recuerda una de esas frases en latín que le enseñó don Francisco ( uno de esos profesores que convencían en la enseñanza y que me llevó a escribir mis primeros versos junto a la decisión de hacerme periodista ) al hablar de Roma y de uno de sus grandes historiadores, Tito Livio. Este, al recordar los siglos anteriores, rememora la frase que el caudillo galo Breno, jefe de la tribu de los sesones, dirigió a los habitantes de la Roma que había conquistado y que se quejaban de los impuestos a los que les sometía: "Vae Victis" ( Ay de los vencidos ). Dos mil años después seguimos igual.

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