El convencimiento de una victoria arrolladora (ganaría nada más y nada menos que en 49 municipios) es tal en el PP que sólo así se explica la renovación que Aguirre ha emprendido en los municipios, véase la baja causada contra todo pronóstico por el alcalde de Las Rozas, Bonifacio de Santiago, a dos meses tan sólo de los comicios municipales. Una regeneración de los cuadros locales del partido, para ahuyentar en gran medida los fantasmas del Gürtel, que está obligando a los cabezas de lista del PP en muchos municipios a una carrera contra reloj para darse a conocer.
Todos ellos siguen al pie de la letra la consigna de la mandataria madrileña de mucho “pico y pala”, y con el guión electoral perfectamente ajustado, han trasladado vidas y enseres a las localidades donde aspiran al sillón consistorial. Lo ha hecho David Pérez en Alcorcón o Juan Soler en Getafe , que tratan de quitarse el sanbenito de “paracaidistas” que les han colocado sus adversarios socialistas, haciendo mucha calle en la plaza electoral que les ha tocado en suerte. Dos escenarios, Getafe y Alcorcón, hasta ahora hostiles (uno más que otro) al vuelo de la gaviota, que en su día se vanagloriaron de ser epicentro de las luchas sociales y el izquierdismo. El cinturón rojo del Sur metropolitano, y no porque así lo afirme quien fuera alcalde de Valdemoro y hoy consejero de presidencia del Gobierno regional, Francisco Granados, está mutando su color. Una transformación lenta pero imparable que ha hecho que el socialismo fuera cediendo plazas tan importantes como Móstoles o Alcorcón, recuperada para el PSOE en el 2007, aunque en grave riesgo de volver a manos de los populares. Granados, secretario general también del PP de Madrid, ha ido más lejos, apuntando que su partido
está tocando también con los dedos la alcaldía de Getafe, donde un pope del PSOE como Pedro Castro, podría ser arrastrado a partes iguales por el voto de castigo a Zapatero y el campo de minas que han colocado a sus pies sus propios compañeros de
partido. Los idus de marzo pintan, así, un paisaje de absoluta hegemonía del PP, cuyo avance sólo parece poder frenar una espectacular subida de Izquierda Unida, que volvería a convertirse, hoy más que nunca, en el garante de los gobiernos socialistas.
Aprovechando la bonanza absoluta de que goza el PP en Madrid y lo mal que están los socialistas, Aguirre ha optado por hacer los relevos generacionales que en otras ocasiones se han hecho a mitad de la legislatura para dejar a los veteranos la responsabilidad de ganar las elecciones.
Aguirre, además, ya está pensando en la política nacional, en la seguridad también de que Mariano Rajoy gane los comicios generales de marzo de 2012. Desde Génova están tentando a la presidenta madrileña con una oferta que prácticamente Aguirre no podría
rechazar, la de convertirse en ministra de Asuntos Exteriores del primer Gobierno de Rajoy, alegando que ella presume de hablar perfectamente inglés, cosa que ya sería un adelanto respecto a ministros de Exteriores anteriores, y que está claramente identificada con la política exteriores de los centros conservadores más importantes del mundo, previendo también que en la próxima oleada de elecciones en Estados Unidos y en Europa triunfen los partidos más afines a la política liberal en lo económico y a la defensa de Occidente en las relaciones internacionales.
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