31/05/2010.- El Pleno del pasado jueves ha dejado su huella. Realmente ha supuesto un antes y un después en la presente legislatura. Se ha aprobado el famoso decreto-ley, sí, pero también ha quedado en evidencia la soledad del Presidente, una soledad que, además, CiU se va a encargar, en la medida que pueda, hasta diciembre. "Haga los deberes", le dijo Durán i Lleida.
A día de hoy son muchos los diputados de diversos grupos que todavía se preguntan el por qué de esa soledad, cuál fue el motivo que llevó al Presidente a renunciar de antemano al más mínimo apoyo, qué estrategia subyace bajo esa soledad buscada, cuando, con toda seguridad, se hubiera podido evitar si desde Moncloa se hubieran afanado en buscar acuerdos, no ya con el PP, pero sí con los socios tradicionales del Gobierno. ¿Por qué? No serán desde luego razones de urgencia, porque si se cogen el famoso decreto-ley verán como buena parte de sus medidas no son de aplicación inmediata, sino que se dejan para dentro de seis meses. Incomprensible que el Gobierno se conformara, se diera por satisfecho con la abstención. ¿Por qué?
Confieso no tener respuesta a no ser que ésta haya que buscarla en un irresponsable mesianismo, en un afán de aparecer así, en solitario, ante la crisis, pensando que el discurso de la soledad tocará el corazón de los españoles. Sean cuales sean los motivos, las consecuencias han resultado nefastas, porque si dura es la crisis y las medidas a adoptar, inquietante, muy inquietante resulta tanto para eso que se llama "mercados" como para los españolito de a pie percibir a un Gobierno que en el colmo de su "liquidez" afirma a través de su portavoz que el proyecto del Presidente Zapatero "está más vivo que nunca".
Y ahora ¿qué? Sabemos dos cosas. Una, que seguiremos cabalgando a lomos de una crisis que promete episodios de mayor dureza y, otra, que no va a haber elecciones generales. Y no las va a haber porque es lógico que no las haya. Sólo la presión del PSOE podría llevar al Presidente a adelantar los comicios, pero a día de hoy eso no ocurre, ni va a ocurrir. A lo más que aspiran es a que, una vez concluida la presidencia europea, Rodríguez Zapatero aborde una contundente remodelación del Gobierno y él mismo coja de nuevo oxigeno de manera que "sea el que siempre ha sido".
En paralelo a esta deseada remodelación del Gobierno, la movilización del PSOE va a ser manifiesta y el portavoz en el Congreso José Antonio Alonso va a tratar de recomponer la llamada "geometría variable" con la mirada puesta en el PNV. Los nacionalistas vascos ya huelen el declive ajeno y han tomado la decisión del no contagio, máxime cuando la encuesta del propio Gobierno Vasco otorga al partido de Iñigo Urkullu unos muy buenos resultados.
Toda la prensa internacional se ha hecho eco del justísimo apoyo que han recibido las medidas adoptadas por el Gobierno y el Gobierno, que ya ha tenido que materializar lo que no quería, tendrá que hacer un nuevo esfuerzo e incluso volver a tomar medidas que no le gusten del todo; pero se impone que abandone la estrategia de la soledad, que deje de considerarse el único núcleo de patriotismo, que haga un gesto de humildad y se deje la piel en buscar acuerdos. La política, es verdad, tiene mucho de cruel. Cuando el adversario está débil no hay compasión que valga, pero esto ha sido así siempre y para todos. También para Rodríguez Zapatero, a quien los dioses no le han dado la espalda. Ha sido él quien ha jugueteado con ellos y hasta ellos, los dioses, se cansan.