La ciudad pintada “Ursb picturata”, es la protagonista de la exposición de Antoni Vives Fierro, que se inaugura el 10 de mayo en el Centro Cultural Galileo de Madrid, que reúne una treintena de obras de pequeño y mediano formato que, a modo de antología urbana, ofrecen un recorrido por uno de los grandes temas, la ciudad, en la obra de este artista catalán.
El itinerario plástico de un viajero impenitente que nos descubre los secretos más íntimos de ciudades. siempre vivas, como La Habana, Barcelona, Madrid, Venecia, Londres, Ginebra o Nueva York, que se nos muestran a partir de sus habitantes, de sus peculiaridades, de sus señas de identidad, de sus edificios y de sus costumbres.
Antoni Vives Fierro nos redescubre destinos que creíamos conocer, nos lleva a través del espejo y nos hace ver la vida real de la ciudad, sus individualidades, el espíritu de sus edificios. Una mirada distinta que nos muestra lo evidente, la realidad de las cosas, oculta casi siempre a nuestros ojos.
El artista identifica los referentes urbanos, sociales y culturales para penetrar en el espíritu de sus ciudades. Su pintura nos las muestra como entes donde las contradicciones son realidad viva. Su paleta trastoca su densidad etnográfica en un trabajo de campo que nos permite avistar los ritmos más íntimos, más precisos, más detallistas de esas urbes.
El recorrido que propone Vives Fierro comienza con su Barcelona querida, con un Colón que deja de ser eje urbano en una ciudad que aparece inhabitada. El contaste lo pondrá el Raval, la playa urbana y el Paseo de Gracia en el que la ciudad muestra su esplendor vital que se hace festivo en el Palacio de la Música y en el chiringuito playero.
De un salto, Vives Fierro nos lleva a una Ginebra ensimismada y silente y de otro a La Habana, una de sus grandes pasiones, con sus mulatas, sus patios interiores, sus calles llenas de sonido en las que siempre pasan cosas y, como no, al Malecón. El tercer quiebro nos traslada al gris intemporal londinense, a la señorial Chelsea, a sus parques y paradas de autobús.
El artista no para quieto y nos retorna a un Madrid reinventado y redescubierto, en el que las calles se pueblan de gentes diversas que parecen marchan en múltiples direcciones pero hacia un mismo destino. L`Hardy, Alcalá, la Gran Vía, La Cibeles son algunos de los escenarios. Y de Madrid al cielo: Nueva York, donde, de nuevo, la sensibilidad del artista es capaz de asombrarnos. Como si fuera un guante, Vives Fierro le da la vuelta a la ciudad y nos muestra su interior, sus costuras. París, la querida París, marcará la vuelta a los orígenes que le vieron nacer como pintor. Desde aquí el último salto nos lleva a Tokio, punto final de este viaje, donde el pintor sabe descubrir una esencia en la que conviven tradición y cosmopolitismo, el pasado, el presente y el futuro.