La crisis de deuda que estamos viviendo está poniendo en entredicho el buen funcionamiento de la Unión Europea, reavivando las dudas que muchos escépticos vienen planteando desde hace una década. La situación económica griega no sólo se entiende como los problemas para hacer frente al pago de 16.000 millones de deuda que deberá hacer frente entre abril y mayo, ni como las quinielas de quién será el siguiente país con problemas similares. Ni siquiera como el rechazo de los países más fuertes comunitarios a salir al rescate a golpe de talonario y a expensas de los contribuyentes, a pesar de que la deuda griega se concentra en la banca francesa (73.000 millones de dólares, 2,6% del PIB francés) y la alemana (38.000 millones, 1,1% del PIB alemán).
Las dudas sobre la viabilidad de la Zona Euro son cada día más frecuentes. Dudas que nos remiten a la propia constitución de la Unión: política monetaria común y políticas fiscales nacionales supervisadas por un obsoleto Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que no contemplaba el uso de la herramienta fiscal de manera activa. Es decir, no contemplaba un escenario de crisis como el actual. La Europa a dos velocidades amplia sus divergencias, y “el euro divide cada vez más”.
Tras el anuncio del plan de austeridad el pasado 3 de marzo, Grecia ha ganado tiempo y credibilidad en los mercados internacionales. Con el visto bueno del Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y las agencias crediticias, el gobierno griego emprenderá medidas de ajuste para reconducir sus finanzas públicas tratando de reducir el déficit público desde 12,7% actual al 8,7% en 2010. Desde el seno de la Unión se discute el diseño que determine el futuro de comunitario, en el que el liderazgo de Francia y Alemania, adquiere un mayor protagonismo. Tras el rechazo del plan de rescate de la economía griega, el debate gira ahora hacia la creación de un instrumento financiero comunitario estilo del Fondo Monetario Internacional. Para muchos, la propuesta, que cuenta con el firme rechazo del Banco Central Europeo, nace sin ningún fin, sumándose a la lista de castillos en el aire europeo tras el fracaso del Tratado de Lisboa o la Cumbre de Copenhague.
Después de atravesar un mes de enero muy movido para los mercados globales, e iniciar un febrero más movido todavía, el ánimo de los inversores se ha dado la vuelta apoyándose en las señales de mejora de la economía americana y en una reducción de las tensiones sobre la deuda Gubernamental, es decir, los países comienzan a pagar menos para financiarse, pero ¿qué ha ido cambiando en los mercados? Una mayor implicación de los gobiernos con sus propias cuentas públicas pero jugando a no perjudicar la débil recuperación económica., lo que se traduce en alivio en los mercados de deuda pública, pero con cautela, tras los pequeños las miradas se vuelven a los occidentales más grandes.