05/04/2010.- No sé cuanto puede aguantar un ser humano sin comer ni beber pero es evidente que, cuando tiene una causa, el hambre y la sed se convierten en fuerza y aunque el cuerpo se debilite la mente y la voluntad son inviolables.
Guillermo Fariñas lleva 37 días de huelga de hambre y no cede ni a las presiones, ni al chantaje, ni a las propuestas bienintencionadas que desde otros países se le hace para que salve su propia vida.
Fariñas acaba de rechazar la oferta del gobierno español de trasladarse a España en un avión especial medicalizado, porque considera que sería una traición a sus compañeros que están encarcelados por razones de conciencia en Cuba, y que también sería cómplice de los dictadores cubanos si aceptase exiliarse a España y dejara de ser un símbolo de la resistencia contra la dictadura de los hermanos Castro que lo que quieren es que se muera fuera de la isla.
Imagino que lo único que pide este periodista es seguir siendo noticia, no por sí mismo sino por el valor de la causa que defiende, y lo que tal vez le deprima más es comprobar que su huelga de hambre está pasando de moda en los informativos de los llamados países libres.
En la medida en la que nos olvidemos de Fariñas y de sus compañeros reprimidos seremos cómplices de su probable muerte. Una muerte que será un asesinato premeditado por la dictadura cubana insensible a los derechos humanos, pero que no justificará el silencio o el olvido de quienes se llaman demócratas.
Yo no quiero lamentar hipócritamente no haber mantenido viva la protesta y la denuncia solidaria con Fariñas un hombre que lleva camino de morir antes que sus verdugos Fidel y Raul.