08/03/2010.- Si las tres ruedas sobre las que anda una democracia, el Legislativo, el Ejecutivo, el Judicial, tienen que marchar al unísono para que las cosas funcionen bien, reconocerá usted conmigo que por estos pagos no marchan del todo como es debido.
Que el presidente del Ejecutivo y del Legislativo se inmiscuyan en los asuntos del Judicial, alabando a un juez cuyas presuntas irregularidades deben ser tratadas por el Consejo del Poder Judicial y por el Supremo (sí, me refiero a Garzón), es lógico que tal intromisión produzca una indignación de togas y puñetas. La nota emanada este lunes del CGPJ, al que ya se le adivinaba enfadado con el Gobierno de Zapatero, es una reprimenda en toda regla, dirigida, interpreto, a los señores Zapatero y Bono, que hicieron declaraciones claramente inconvenientes e impertinentes defendiendo a Garzón en su momento de tribulaciones.
Pienso que, independientemente de que nos guste más o menos el señor Garzón y su manera de instruir –algunas veces me he pronunciado al respecto: puede que sea un mal instructor, pero no es un prevaricador, a mi modo de ver--, los señores Zapatero y Bono tendrían que haberse mantenido neutrales ante lo que al ‘juez estrella’ le viene. Que una cosa es lo que usted o yo podamos decir sobre si Garzón merece o no ser apartado de la Audiencia Nacional por los tres asuntos con los que algunos pretenden abrasarlo y otra cosa, muy diferente, es lo que sugieran al respecto nada menos que el jefe del Gobierno y el presidente del Congreso de los Diputados, cuyas palabras causan Estado.
Un país puede tener, y de eso ya sabemos algo, una crisis económica de la que habrá que ir saliendo confío en que con el esfuerzo de todos; puede incluso tener abierta una cierta incertidumbre territorial, cuestión en la que los españoles nos estamos convirtiendo en expertos; pueden funcionar mal algunas instituciones, como el Tribunal Constitucional, y no es que no pase nada, pero podemos sobrellevarlo, al menos un tiempo. Lo que no puede tener una democracia es un conflicto de poderes estallando en la cara del cuerpo social. Y menos simultanearlo con las mentadas crisis económica, institucional y territorial.
Si Montesquieu llega a enterarse, nos borra de la lista del ‘hit parade’ de las democracias. Y ya nada le cuento a usted si incluímos en la nómina de poderes a ese llamado cuarto poder, los medios de comunicación. Entonces, ya, apaga y vámonos.