Jueves 02 de octubre de 2014
El del municipalismo es sólo un campo más de batalla de los muchos en los que José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se miden en los últimos tiempos y consecuencia de ello es esa guerra de guerrillas que se libra en la Federación de Municipios y Provincias de España, que tan flaco favor está haciendo a las expectativas financieras de los ayun-tamientos, además de convertirse en una espada de Damocles sobre la cabeza de su presidente, Pedro Castro, convertido ya en diana de los populares. Un nuevo objetivo a batir con el que el Partido Popular se apun-taría otro tanto a su favor en ese marcador de defenestrados socialistas que inauguró el ex ministro Mariano Fernández Bermejo, para sumar a renglón seguido la dimisión del ya ex CNI Albert Sáiz. Lo que empezó como un agrio tira y aflo-ja entre el presidente de la FEMP y alcalde de Getafe, Pedro Castro, y la presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre, que en el desaforado verbo del regidor (“por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha”) encontró un flanco para golpear a una de sus bestias negras decre-tando un boicot institucional que práctica-mente se redujo a la Comunidad de Madrid, ha terminado por derivar en una pelea de alto vuelos al quedar apartados los popula-res en esta Federación de la comisión de negociación de la financiación local con el Ministerio de Economía. Un nuevo golpe de efecto el de Castro (es de suponer que pactado con el secretario de Política Institucional del PSOE, Antonio Hernando, que es quien macera estas cosas), que ha llevado al pro-pio Rajoy (reacio a secundar el cerco impuesto por Agui-rre) a ponerse las pinturas de guerra contra la presidencia del alcalde de Getafe. Por perder aliados, el regidor socialista ha perdido incluso el favor de los hombre del siempre amigable Alberto Ruiz Gallardón, los únicos, por otra parte, del PP madrileño que seguían legitimando su labor como presidente. . La ofensiva del Partido Popular tiene una doble dirección: política y judicial. En lo que respeta a la primera, los populares debatirán en todos los ayuntamientos espa-ñoles mociones reprobando a Castro como presidente, so pretexto de los pocos avan-ces conseguidos en la financiación local. La segunda vía de acción ha tenido como preámbulo un recurso contra el acuerdo de la FEMP que les ha deja-do fuera de las negacio-nes de la financiación, suscrito por el resto de formaciones de esta Federac ión el pasa-do 23 de junio, para a renglón seguido, y si Castro no enmienda la plana, presentar un recurso contencioso en los tribunales, al entender que éste ha cometido una “flagrante vulne-ración” de la legalidad vigente. En esta partida de ajedrez que popula-res y socialista libran en la Federación del municipalismo patrio, Castro puede termi-nar siendo, pese al respaldo que en su día le otorgó Zapatero, el peón a sacrificar a la hora de restablecer el estatus quo de este órgano institucional, ahora más necesario que nunca cara a que los ayuntamientos puedan llevar a término la particular bata-lla que libran para obetener cuanto antes, dadas las penurias de las arcas locales, una asignación presupuestaria del Gobierno. Una incertidumbre más para un Pedro Castro, miembro ilustre del club de vete-ranos del socialismo madrileño, que viene soportando una legislatura agitada en su feudo de Getafe. Dos años marcados por las presiones de los gestores de vivienda, hasta que punto que uno de ellos le ha llevado a los tribunales después de desatar un cule-brón con quien al inicio de la legislatura era el concejal de Urbanismo, Santos Vázquez, hoy a la sombra de Jaime Lissavetzky. Por no hablar de la crisis suscitada entre el PSOE e IU a raíz del affair de la concejala socialista de Obras, Cristina González. Un tumultuoso mandato al que habría que unir la reciente dimisión del gobier-no municipal de un concejal de IU, por no hablar de la gota malaya en que se ha con-vertido el PP local tras recibir la consigna de Esperanza Aguirre de remover la tierra debajo de los pies de Castro para ganar la alcaldía, algo que está crispando de mane-ra visible (los desplantes de unos y otros son moneda de uso diario) la vida munici-pal. Una amarga pócima a la que hay que añadir los tambores de renovación que se escuchan en el partido y en las propias filas que dirige.
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