La política, ya se sabe, hace extraños compañeros de cama como la que comparten Pedro Sánchez y Carles Puigdemont desde que Junts consiguiera tras las elecciones de julio de 2023 que sus siete diputados se convirtieran en la llave del Gobierno socialista después de la caida de los socios de Sánchez (ERC, Podemos y Sumar), Creyó entonces el líder socialista que podría contar con el apoiyo de Puigdemont de la misma manera que lo lleva haciendo con el otro partido derechista independentista, el vasco PNV, que en 2018 decidió abandonar la cama del PP, que tantos buenos réditos le había dado, para acostarse con los socialistas. Y ahí sigue.
Descartada cualquier posibilidad de un refréndium catalán por la independencia, de lo que se trata ahora y en eso están tanto Junts como ERC en lograr la mayor autonomía posible siguiendo el ejemplo vasco pero con el inconveniuente de que el Euskadi gobierna el PNV, con el apoyo socialista, y en cambio en Cataluña lo hace el PSOE con la ayuda de los independentistas de ERC lo que hace que cualquier concesión que haga Moncloa irá más en beneficio de Salvador Illa que de Oriol Junqueras y mucho menos en favor de Puigdemont.
El exilado de Waterloo tiene que romper esa ecuación por algún lado. Lo más importante sería conseguir que Sánchez obligara al PSOE catalán a cederle la Generalitat, cosa que no parece probable aunque no imposible. Se trata pues de lograr concesiones que satisfagan a los empresarios y en general a la burguesía catalana que quiere controlar los presupuestos catalanes al igual que lo hace los vascos con sus fueros. Volveríamos así al punto en que estaba la política catalana cuando Artur Mas decidió tirarse a la piscina sin agua reclamando un referéndum por la independencia después de que Mariano Rajoy le negara el control de los impuestos catalanes.
¿Hasta donde puede llegar Puigdemont en su órdago a Sánchez? Nadie lo sabe, ni siquiera el propio protagonista que ya demostró con su proclamación de la independencia en octubre de 2017 que es capaz de tirar para adelante aunque no controle la situación ni puede prever que pasará después. ¿De verdad pensaba en 2017 que iba a estar siete años exilado en Bélgica? Pues lo mismo puede ocurrirle ahora que sus actos le obliguen a meterse en un berenjenal con la esperanza de que luego las urnas le permitan resucitar. ¿Pactará con Feijóo?.