Empeñada en mantener sus políticas de élites burocráticas, la Europa de 2024 abre sus ojos ante un panorama que desconoce. Si Donald Trump, una vez jurado su cargo, hace la mitad de lo que ha dicho desde hace cuatro años, el cambio a nivel mundial va a llevarse por delante la gran parte de las medidas estrellas de los gobiernos europeos, salvo los de la italiana Meloni y el húngaro Orban. Menos ideología de género, más dureza con la emigración, menos presión fiscal, más inversiones en tecnología, más libertad empresarial y más controles en el comercio internacional.
Buenas noticias, con matices, para un Israel en el que Netanyahu tendrá que “terminar” con la escalada militar y sentarse a negociar con Hamas e Hizbolá a través de Irán; más noticias para un Zelensky que ya sabe que la necesaria paz para Ucrania pasa por el reconocimiento de que la parte del Donbás “conquistada” por Rusia ya es parte de la Federación que preside Putin. A cambio tendrá via libre para incorporarse a la unión Europea pero no a la OTAN. Malas noticias, también, para el canciller Scholtz que encamina a la socialdemocracia alemana a una severa derrota en el momento en el que se convoquen unas nuevas elecciones generales.
A Trump se le puede odiar y combatir políticamente, pero la ignorancia demostrada por los gobiernos de la UE hacia el magnate inmbiliario, ex presidente, con una condena de treinta años recurrida, y otras tantas acusaciones en varios estados, demuestra que han ante puesto los deseos a la realidad. Trump va a ser el presidente de mayor edad en la Casa Blanca cuando termine su mandato, va a tener el control del Congreso, del Senado y de la Corte Suprema. El poder total, con varios matices importantes respecto a su anterior paso por la presidencia: a su lado están los supermillonarios tecnológicos como Elon Musk y Jeff Bezos. Son los nuevos asesores. Nada de Steve Bannon. Un detalle que deberían tener en cuenta, en nuestro país, tanto Núñez Feijóo como Santiago Abascal. No van a tener a un amigo, van a tener a un duro negociador de intereses norteamericanos.
El nuevo presidente norteamericano no es un político de carrera, es un empresario que ha hecho su fortuna a lo largo de muchos años sabiend cómo es la calle, ese conocimiento que se tiene cuando se deja de pisar los alfombrados suelos de Washington y el Capitolio y se escucha a los ciudadanos que tienen que trabajar cada día para llevar adelante a sus familias. El cambio de votos que ha habido entre la población negra y entre los Latino, e incluso en un porcentaje de las mujeres, es uno de los grandes datos para el resto de los dirigentes mundiales, con China a la cabeza, pero también para todos los integrantes del llamado Grupo de Puebla, desde la presidenta de México al presidente de Venezuela.
El que será vicepresidente de Trump, el que era senador por Ohio y pasó de atacar a su nuevo jefe a sumarse a la candidatura, J.D. Vance, declaraba al Washington Post, dias antes de las elecciones: “ se trata de matemáticas”. El mensaje tenía un destinatario primero, que era Volodomir Zelensky y sus peticiones reiteradas de más ayuda militar y financiera, pero aplicable a todos los escenarios, con Europa y la OTAN incluídas. Con Trump, los Estados Unidos serán más “egoistas”, más prácticos y menos “políticos”. Si en España y en la UE siguen sin ponerse las gafas de hiper realidad que ha llegado con el inquilino de la Casa Blanca, seguirán sin ver el futuro y lo pasarán mal. Lo pasaremos mal todos.