La festividad del 2 de mayo como levantamiento popular contra las tropas de Napoleón Bonaparte - cuya verdadera historia dista mucho de la oficial y que no se puede explicar sin la activa presencia del mejor de los espías y agitador de multitudes que envió Fernando VII desde su “exilio” en Francia tras alentar dos golpes palaciegos contra su padre, Carlos IV - sirvió para que, al menos durante unas horas, los motivos aducidos por Pedro Sánchez para sus cinco días de reflexión y su afirmación en el poder y hasta su deseo de volver a ser el candidato del PSOE en el año 2027, pasaron a muy segundo plano. Muy lejos los problemas del año pasado con el “duelo de protocolos” entre la presienta y el ministro Felix Bolaños. El Gobierno mandó a Victor Torres , que era el que tocaba y se acabaron los problemas. Cordialidad que habría que mantener y que será muy difícil de lograr.
El PP dejó todo el protagonismo a Díaz Ayuso y el PSOE hizo lo mismo con Juan Lobato. Sin Mónica García, ni Yolanda Díaz la actual sucesora de la hoy ministra de Sanidad, Manuela Bergerot, tuvo que ver como desde los dos grandes partidos intensificaban su “estrangulamiento” en busca del bipartidismo perdido. Tanto los populares como los socialistas salen ganando. Unos y otros creen que pueden atraer los votos que consiguió Mas Madrid, sobre todo tras la ruptura de la izquierda que insiste en liderar la plataforma de Sumar.
El rojo dominó la pasarela de los vestidos en un homenaje a la bandera de la Comunidad y poco afortunada la actuación de OBK, que con tanto repetir su único y ya más que viejo éxito, no parece la mejor de las miradas o apuestas musicales de futuro. Sirvió para que el personal moviera el esqueleto y poco más en el patio central del recinto. Dos lágrimas que aparecieron en los ojos de Ayuso y Mediavilla al entregar y recibir la Gran Cruz consiguieron que junto a la tranquilidad política y las reflexiones de la presidenta sobre el papel de Madrid en el conjunto de España, la emoción tuviera su granito de arena.