Jueves 02 de octubre de 2014
14/11/2011.- Si la cara es el espejo del alma como dicen, la exhibida por los integrantes de la candidatura del PSOE por Madrid en la presentación oficial de la misma, fue, sin duda, la de la antesala de la derrota.
En la gestualidad de aquellos que acompañan a Alfredo Pérez Rubalcaba en su aventura electoral, reflejo fiel del ánimo de los socialistas en estos días previos al 20-N, se palpa no ya el saberse de antemano perdedores, si no la necesidad imperiosa de evitar a cualquier precio una debacle sin parangón- así lo vaticinan las encuestas- que les borre, personalmente hablando, de la escena política.
Un PSOE desfondado antes incluso de que diera inicio la campaña electoral, hace ingentes esfuerzos por conectar con ese electorado de izquierdas que, al menos hasta el día de hoy, pasa literalmente de sus consignas y eslóganes, no digamos ya de sus “vídeos promocionales” de brocha gorda.
Ni los guiños al 15-M, ni las sorprendentes promesas del candidato de meter a los bancos en vereda, ni la arenga del líder del socialismo madrileño, Tomás Gómez, llamando al “voto de rebeldía” contra los mercados, parecen encontrar eco entre los posibles votantes madrileños y, si se apura un poco, ni siquiera entre los propios cuadros del PSOE, que aguantan el chaparrón cariacontecidos y con las esperanzas puestas en las viejas glorias del partido, Felipe González o Alfonso Guerra, como única barrera de contención al tsunami que prevén el próximo veinte de noviembre. El rubricón que Rubalcaba se plantea en Madrid es no bajar de los diez diputados, algo que no está muy claro que pueda conseguir.
Sí los negros augurios que acompañan a los socialistas en la Comunidad de Madrid de cara al próximo 20-N no fueran de por si suficientes, la gestión de algunos regidores de esta formación en la anterior legislatura está sirviendo de munición al PP madrileño y por ende a su lideresa, para no sólo enturbiar más si cabe esta campaña electoral, si no también para poner contra las cuerdas el poder del PSM en la región.
Uno de esos puntos calientes se encuentra en Alcorcón, municipio en el que los populares han colocado en su punto de mira al ex alcalde socialista, Enrique Cascallana, protagonista de un agujero negro municipal de más de seiscientos millones de euros y que se ha convertido en objetivo prioritario del PP por su condición de candidato al Senado del PSOE.
El pozo sin fondo de las cuentas municipales alcorconeras, además de hacer planear la bancarrota sobre este Consistorio, está ya en manos del Tribunal de Cuentas, organismo ante el que el PP ha denunciado los posibles pagos de Cascalla con informes en contra del interventor municipal.
Llegue o no la sangre al río, lo cierto es que en poco beneficia a los intereses del PSOE que sus carteles electorales estén en tela de juicio y se conviertan en el pim, pam, pum del PP. Es el caso de otros dos de los bastiones que todavía conservan los socialistas en la Comunidad de Madrid tras la debacle de los comicios de mayo, como son Fuenlabrada y Parla, localidades ambas a las que Esperanza Aguirre viene poniendo cerco desde hace meses.
Sí el acoso y derribo a la alcaldía parleña se antoja a estas alturas algo parecido a un paseo militar para los populares, el cerco al Consistorio fuenlabreño presenta alo más de dificultad, aunque el PP madrileño, con su secretario general, Francisco Granados, a la cabeza no ceja en el empeño de abrir alguna que otra vía de agua al regidor socialista, Manuel Robles, a cuenta de las contrataciones municipales a familiares de algunos miembros del gobierno municipal.
En el caso de Parla la bancarrota en que se encuentra este Consistorio se vislumbra ya como el principio del fin del poder socialista en el municipio, en el que no hace tanto reinaba con poder omnímodo el hoy líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez.
Definitivamente rota la alianza entre el PSOE e IU (un acuerdo hecho en su día con fórceps) a raíz del despido de trabadores municipales como parche para paliar la grave crisis económica del Ayuntamiento, la alcaldía que ostenta José María Fraile se encuentra más que nunca en la cuerda floja, con un PP en espera de que el bastón de mando caiga en sus manos como fruta madura.
Un Partido Popular que en los pasados comicios de mayo se quedó a tan sólo veintidós votos de diferencias del PSOE (ambos tiene once ediles) que podría acceder a la alcaldía si el único edil de UPyD le da su apoyo e Izquierda Unida, ya desvinculada del gobierno de esta localidad, decide abstenerse en una todavía hipotética moción de censura.
La posible convulsión política y municipal en Parla se produciría tras los comicios del 20-N, una fecha clave para muchos de los cambios y recortes que ya se aventuran en los ayuntamientos de la región, que esperan que pase la época electoral para aplicar la tijera a la plantilla municipal y a los servicios que prestan.
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