Jueves 02 de octubre de 2014
Se imaginan cual es el máximo sueño de cualquier futbolista la primera vez que le llama la selección de su país? Ser campeón de su continente, ser campeón del mundo y además, pasar a la historia como el encargado de levantar esos trofeos. La guinda ya sería poder tener el orgullo de ser el jugador que más veces ha vestido la camiseta de su país. ¿Cuántos hay en la historia que puedan presumir de ello? Posiblemente se cuenten con los dedos de una mano pero en ese selecto club, quizá el más exclusivo del mundo, ya está Iker Casillas.
Y si, es verdad que Torres marcó el gol para vencer a Alemania en el Europeo, y que siempre se recordará que Iniesta anotó el tanto que nos hizo vencer la final de Sudáfrica. Pero Casillas fue tan decisivo o incluso más para lograr esos triunfos. Sólo basta recordar su acierto en la tanda de penaltis ante Italia en el torneo continental o el que le detuvo a Paraguay con empate a cero en el cruce de cuartos del Mundial o el mano a mano que le ganó a Robben en la final mundialista. Sólo el absurdo olvido que sufren los porteros impidió que estuviera entre los finalistas a ganar el Balón de Oro para el que había hecho tantos méritos como el que más.
A pesar de que una vez dijera aquello de “yo no soy galáctico, soy de Móstoles”, Iker atesora muchas virtudes que si que le convierten en alguien especial. Además de sus cualidades deportivas, entre las que sobresalen unos reflejos fuera de lo común, el guardameta del Real Madrid transmite una imagen cercana y afable, que no produce rechazo ni siquiera entre las aficiones más contrarias a su equipo. Sólo un “galáctico” puede conseguir algo así después de tantos años de carrera y en un ambiente de tanta rivalidad como hay en el fútbol español.
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