16/2/2011.- El grupo escultórico se exhibirá temporalmente en un espacio privilegiado del Museo con el fin de mostrar al público los resultados de su delicada restauración.
Jueves 02 de octubre de 2014
Hasta el próximo otoño, el público del Prado podrá contemplar el grupo escultórico Nerón y Séneca (Eduardo Barrón, 1904) en la sala 74 admirando el resultado del proceso de estudio y restauración llevado a cabo sobre el mismo por el área de restauración en coordinación con el de escultura del Museo. Este grupo escultórico, realizado en escayola y parcialmente policromado, obtuvo la medalla de oro la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1904. Obra de Eduardo Barrón, autor del primer catálogo razonado de la colección de escultura del Museo del Prado y conservador y restaurador del mismo hasta su prematuro e inesperado fallecimiento en 1911, hace ahora cien años, la pieza se mostrará temporalmente en la emblemática sala circular del Museo, conocida como ‘Rotonda de Ariadna”, tras haberse sometido a una restauración especialmente compleja por la pérdida de diversos fragmentos y el deterioro general sufridos por la obra debido a la especial fragilidad de su material base (escayola) y a sus inadecuadas condiciones de exhibición y conservación en el pasado.
Nerón y Séneca, de Eduardo Barrón (Moraleja del Vino, Zamora, 1858-Madrid, 1911), se expone ahora entre las esculturas clásicas del Prado que el artista estudió y catalogó, pues, además de destacado escultor, Barrón fue Conservador de la Sección de Escultura del Museo Nacional de Pintura y Escultura (actual Museo del Prado) desde 1892, labor que se amplió en 1895 a la de Conservador-Restaurador. Esta responsabilidad, en paralelo con su faceta escultórica, le permitió redactar el primer catálogo de la colección de escultura del Prado en 1908 e ir acometiendo restauraciones de obras del Museo, sobre todo en mármol y en marfil.
El grupo representa a Séneca instruyendo a Nerón, del que era tutor. Barrón retrata a los personajes dramatizando lo opuesto de sus caracteres, e insinuando el injusto final del filósofo cordobés, acusado de traición y obligado por el emperador a suicidarse.
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