OPINION

Trágico solsticio

Jueves 02 de octubre de 2014

25/06/2010.- La noche del 24 de junio es la noche más corta del año. El sol se hace más dueño de su propia luz y de manera casi mágica los días se alargan. Desde hace siglos y en prácticamente todas las civilizaciones, cada cual a su manera, la noche de San Juan es la noche del fuego, del misterio, del cántico a la explosión de vida que significa la noche más corta. La noche del 24 de Junio es la noche del solsticio, la noche más corta del año y la noche más larga y cerrada para esas familias que se han quedado sin su ser querido arrollado en las vías de una estación de tren, a un paso de la playa engalanada con las tradicionales hogueras.



El solsticio de Castelldefels ha sido trágico y el espectáculo que durante la noche y el día de ayer se vivió en la localidad catalana va a quedar grabado en la memoria de quienes allí estuvieron. Acontecida la desgracia, es el momento del dolor y de la reflexión. Es obvio que el tren iba por su camino. No se saltó ningún stop, ni circulaba por vía equivocada. No tenía parada en el lugar del accidente y todo indica que iba a la velocidad que le tocaba ir. En esa misma estación hay un paso subterráneo para los viandantes, de manera que se pueden sortear las vías de manera absolutamente segura. En otras muchas estaciones no existen estos pasos subterráneos. No faltan casos en los que las vías parten por medio un barrio y tiene como toda garantía de seguridad un mero paso a nivel. No se puede afirmar que en todas y cada una de las estaciones de tren de España, en todos los pasos de trenes, las medidas de seguridad sean las óptimas. Sin duda, el paso subterráneo como el de Castelldefels es la medida óptima.

En el trágico caso que nos ocupa está demostrado que no se utilizó ese paso subterráneo y que se actuó como en más de una ocasión hemos actuado todos. ¿Quién no ha cruzado vías de manera incorrecta? ¿Quién no ha dicho, "vamos, que no viene el tren"? Una cierta dosis de imprudencia está presente en nuestras vidas. Lo está cuando se come más de la cuenta, cuando bebemos más allá de lo que razonablemente nuestro cuerpo puede aguantar o, cuando al volante, nos entran ganas de volar. Pero entre la imprudencia y el drama pueden transcurrir segundos y, probablemente, fue cuestión de segundos lo que hizo inevitable la tragedia del solsticio.

Es obligación prioritaria de la administración poner los medios necesarios para garantizar la seguridad de los ciudadanos en todos los ámbitos: estaciones, aeropuertos, carreteras, etc. Es obvio que, en este terreno, tanto Gobierno central como Administraciones autonómicas se han encargado de mejorar las infraestructuras de seguridad. Aún así, es seguro que aun quedan "puntos negros". Aún existen pésimos pasos a nivel e incluso vías que cruzan núcleos urbanos sin barrera alguna. La tarea, es seguro, que no está concluida y, como ocurre casi siempre, nos tenemos que ver zarandeados por la tragedia para retomar tareas pendientes.

Dicho esto, la seguridad de todos y cada uno de nosotros exige de nuestra complicidad con las medidas de protección que existen, no tomarlas a broma, no tentar a la suerte, porque la realidad nos demuestra que la distancia entre la vida y la muerte puede ser cuestión de un metro de distancia, un parpadeo a destiempo o unos brevísimos segundos. Nuestra seguridad también depende de nosotros.

Lo acontecido es una auténtica atrocidad. A la hora de escribir estas líneas la investigación no ha concluido. Lo que ya no tiene arreglo es el desgarro definitivo de esas doce vidas que alegremente acudían a celebrar el solsticio que no se produjo.



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