FERNANDO JAUREGUI

Ánimo, Zapatero

Jueves 02 de octubre de 2014

17/06/2010.- Lo cierto es que resulta difícil defender algunas de las incongruencias, frivolidades, pasos hacia atrás y hacia delante, y hasta lo que yo considero ciertas insensateces, protagonizados en los últimos meses por el Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero. Para quien, sin embargo, hoy pido apoyo.



Lo cierto es que su trayectoria ha sido cuando menos pródiga en saltos sin sentido, dados, eso sí, supongo, con la mejor voluntad del mundo. Pero ahora tenemos que pedir apoyo para Zapatero, el hombre que, hace poco más de dos semanas, inmoló todas sus creencias en el altar de esa Europa cuya presidencia abandonamos. Zapatero ha viajado este jueves a Bruselas para decir a quienes pueden fiscalizarnos, y nos fiscalizan, “aquí están los deberes hechos”. Unos deberes que a todos nos empobrecen algo, que no van a generar empleo precisamente y que han costado al presidente el enfado de sindicatos, patronal, sociedad civil, instituciones y una cierta rechifla de los medios de comunicaciones: jamás un presidente del Gobierno español, ni siquiera Suárez en aquel febrero de 1981, estuvo más solo. Jamás, también es verdad, menos auxiliado.

Pero esos deberes eran necesarios para que cuadrasen las cuentas y para que el club europeo, más o menos selecto, pero del que nos es imprescindible ser miembros, siga admitiéndonos como uno más en plano de igualdad (ya no para figurar en el pelotón de cabeza, como pretendimos algún día). Y lo cierto es que Zapatero se ha abrasado, y él lo sabe, para llevar esos deberes, hechos contra su conciencia y sus creencias, a la incómoda capital belga, en busca de un “no está mal”.

Ahora, no nos queda otro remedio que ayudarle, sabiendo que su permanencia en La Moncloa más allá de 2012 es quizá no solo indeseable para muchos, sino imposible. Los votantes van, con toda certeza, a castigarle, haga lo que haga ‘la Roja’, suceda lo que suceda con ETA. Aunque es posible que la Historia le absuelva, olvidando trapisondas, líos, excesos de euforia y mediocridades en los hechos: al final, cumplió con su deber. Hoy toca, ya digo, apoyar a ese Zapatero que, cual peregrino a Santiago, ha ido a Europa a pedir humildemente la bendición. Ayudarle es ayudarnos, no darle un pasaporte político para el futuro que él ya acaso ni desea: el hombre de las ojeras es apenas un superviviente y parece que no queda otro remedio que echarle entre todos una mano crítica en este trayecto, duro, penoso. Hasta dentro de un año y nueve meses, salvo sorpresas.



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