Todo lo previsto para este viernes en la Comunidad valencina, con la explicaciones del presidente Mazón ante las Cortes, se ha cumplido. No ha dimitido, ni piensa hacerlo. Anuncia los ceses necesarios para intentar callar los ánimos de los ciudadanos, y cambia la estructura interna de su gobierno, creando una vicepresidencia y una consejería para hacer frente al cambio climático y las consecuencias que tendrá en futuras inclemencias. El siguiente paso, que ya ha iniciado con el apoyo total de Núñez Feijóo y el PP, es mantener el ataque a Teresa Ribera como máxima responsable de las Confederaciones Hidrológicas, incluída, por supuesto, la del Jucar.
El presidente Valenciano, superados los días de incertidumbre política dentro y fuera de su partido, sigue el pie de la letra las consignas de la dirección nacional. El cometió pequeños errores, llegó tarde por culpa del tráfico, no estuvo informado correctamente desde el Ministerio de Ribera, y ésta no puede aspirar a una vicepresidencia europea sin pasar por dar explicaciones en el Congreso - dónde sin ninguna duda será atacada sin piedad por los dirigentes populares - y tras conseguir que no la inputen judicialmente- volvemos, por otras vías, al mismo camino en el que está la vida pública desde hace meses e incluso años: todo se debe resolver en los juzgados y en los tribunales, desde los de instrucción al Supremo y al Constitucional, y si fuera preciso al del Tribunal Europeo.
Mazón es una pieza muy útil en la renovada estrategia de Feijóo, que ya cuenta con el aval europeo del presidente del PPE , Manfred Weber, de impedir que la socialista y amiga de Pedro Sánchez ocupe la vicepresidencia en la nueva Comisión de Ursula von der Layen. Lograr esa renuncia sería como culpar a Ribera de lo ocurrido en Valencia y, de paso, preparar a las urnas alemanas a la votación de la nueva Legislatura a la que se ha visto obligado el canciller, Olaf Scholz, otra de las batallas entre la socialdemocracia y la derecha conservadora, agudizada tras la apabullante victoria de Donald Trump en Estados Unidos. La catástrofe de Valencia ya está dentro de las grandes batallas de la globalización y será utilizada por todos en el ámbito político.
Con corbata negra y gesto serio, el presidente de la Generalitat no ha podido impedir los pitos y abucheos de los congregados frente al parlamento autonómico. La ira de los vecinos no va a lograr que cambie su decisión, ni que ofrezca su cabeza. Exige que haya otras y todas ellas en el Gobierno y en los responsables de la Confederación del Jucar. Las razones profundas de la violencia de las lluvias en el barranco del Poyo se extiendan en las obras hechos y no hechos en los últimos cuarenta años, con todos los gobiernos del PP y del PSOE. No es culpa de las aguas desbordadas por las lluvias con esa violencia en tan poco tiempo, tampoco por malas obras de canalización que se esudiaron y no se llevaron a cabo, ni siquiera por las vegetaciones ribereñas que no se cortaron o retiraron. Al fondo está la pésima regulación urbanística, la proliferación de urbanizacciones y edificaciones en zonas inundables. En la avaricia y en la falta de profesionalidad de los responsables a distintos niveles administrativos. Es trágico que tengan que ser doscientos veinte víctimas las que hagan falta para cambiar las normas. A ver cuánto tiempo tardan en olvidarse.