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Sánchez y Feijóo tienen que lograr desprenderse de Sumar y de Vox
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Sánchez y Feijóo tienen que lograr desprenderse de Sumar y de Vox

lunes 05 de agosto de 2024, 16:12h

Mantienen su hoja de ruta por encima de sus diferencias coyunturales y sus enfrentamientos personales. Les interesa volver al principio y eso es lo que les exigen desde la distancia de Bruselas y Washington, sus “amigos” de la derecha y la izquierda. El PSOE, con Sánchez o sin Sánchez, debe desprenderse de la molestia que tiene a su izquierda; y el PP, con Feijóo o sin Feijóo, de la molestia que tiene a su derecha.

Están empeñados los dos grandes partidos en regresar al bipartidismo imperfecto de la Transición con la memoria de la España de Cánovas y Sagasta en su memoria. Una forma de repartirse el poder de forma civilizada para que de este país nuestro desaparezcan los sobresaltos y los gobiernos sean previsibles: diferencias en lo accesorio y acuerdos en lo fundamental. Para ello es fundamental que Núñez Feijóo logre deshacerse del Vox de Santiago Abascal, y que el PSOE de Pedro Sánchez siga apoyando la implacable destrucción del Podemos de Pablo Iglesias que lleva haciendo Yolanda Díaz.

Dos grandes formaciones ocupando todo el espacio político desde la derecha a la izquierda, con una media de trescientos escaños entre ambos, dejando que entre los sucesores del antiguo Partido Comunista y los sucesores de lo que fue la derecha catalanista de CiU con Jordi Pujol y Josep Antoni Duran Lleida, más la constancia de la derecha vasca heredera de Xavier Arzalluz y Carlos Garaicoechea, completen el total del Hemiciclo. Ese es el deseo político, la realidad política española de hoy es distinta.

No tienen en cuenta que nuestro país ha cambiado y no pueden mirar el pasado como referencia, por mucho que les guste a Felipe González, a Alfonso Guerra e incluso a los que fueron personas claves en los nacionalismos catalanes y vascos. Aquella España no va a volver, al igual que la Europa de hoy no se parece en nada a la de comienzos de los años 80 del siglo pasado. Ni la Monarquía que encarnaba Juan Carlos I se parece a la de Felipe VI y la futura de la hoy Princesa de Asturias se parecerá en nada a la de su padre. El mundo ha cambiado y los grandes cambios tecnológicos están transformando la sociedad global y los comportamientos de los ocho mil millones de personas que habitan el planeta Tierra.

Lo que permanece inmutable son los usos del poder. Sánchez es hoy la imagen del PSOE de hoy, al igual que el PP de hoy en nada se parece al PP de Manuel Fraga o de Mariano Rajoy y menos aún el PP que representa Isabel Díaz Ayuso. Los dos grandes partidos desean recuperar los seis millones de votos que han perdido desde el lejano 1996 para emular las características políticas de la Restauración borbónica. Destrucción previa para reconstruir modelos políticos, casi como si de un conflicto bélico entre países se tratara por dominar territorios en disputa.

Santiago Abascal ya está comprobando hasta dónde pueden llegar Núñez Feijóo y su equipo en los distintos territorios en los que ayudan a gobernar al PP con sus votos; al igual que Pablo Iglesias, desde su “retiro” ya es consciente del enorme error que tuvo al marcharse de la vicepresidencia del Gobierno y dejárselo como herencia a Yolanda Díaz, mientras intentaba el imposible de un poder compartido entre ella y las “controladoras” de la organización. Ese modelo de bicefalia que tan buenos resultados le ha dado al PNV es imposible de reproducir a nivel nacional. La amplitud del territorio y las distintas modalidades partidistas de la izquierda española hace que todos los intentos tengan una corta vida. Así ha sido desde 1977 y todo indica que lo va a seguir haciendo desde el bajón que se produjo en los votos y escaños de Podemos tras su pacto con la IU de Alberto Garzón. La sombra del PCE será siempre muy alargada y llena de claroscuros. Para los que dudan, pueden comprobarlo fácilmente mirando a Enrique De Santiago, por un lado, y a Yolanda Díaz, por otro. El mundo laboral y el mundo universitario. Las lecturas y las tácticas políticas irreconciliables.